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Como ‘lo de Errejón’ quedará en nada para los espacios de chismorreo -ya sean de lo personal tipo Sálvame o de esos otros que pretenden ser políticos y no pasan de gallinero; en la Sexta se hicieron famosos-, quizá toque asomarse un poco a ‘lo de Errejón’. Porque cuando pase y sea pasto del reino de las vísceras, el elefante seguirá en la habitación. El elefante es la izquierda. O más concretamente, adónde va la izquierda. O si se quiere (que nadie espere respuestas, ni siquiera al final de este artículo, será una sucesión de preguntas, directas o indirectas), qué es la izquierda. O si es de izquierdas este Gobierno (el estatal) o si lo es la mayoría que lo apoya. El elefante también es por qué la izquierda se explica tan mal. O por qué parece que se explica tan mal. Y como también es posible que, en nada, salga un dictador elegido en las urnas -la semana próxima, en los Estados Unidos-, eso agitará todavía más el debate sobre qué le está pasando a la izquierda (si es que le está pasando algo, que lo parece) y por qué, en algunas cuestiones, asume como propios delirios de la retrocracia populista y, en otros, deja que les roben sus propuestas hasta transformarlas en lo contrario, como muy bien ha contado Naomi Klein en Doppelganger. Ya está claro que ganen burros o elefantes en Estados Unidos, la izquierda seguirá sin voz institucional. Sí tendrán voz los lamentos cuando eso ocurra. En Estados Unidos la izquierda vota al mal menor pero esta vez el mal mayor está representado por un desquiciado. En Europa, también en España, el abanico es más amplio, al menos sobre el papel. Antes de los lamentos, toca definir qué camino debe tomar la izquierda. Por eso ‘lo de Errejón’, ni siquiera el propio Errejón, es el elefante; que no es sólo que esté en la habitación, sino que puede destrozarla. Errejón no es el elefante. Pero es parte del elefante.