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Heidenheimer, estudioso de la materia, refirió la existencia en las democracias modernas de tres tipos de corrupción: la negra, la gris y la blanca; de gravedad descendente. Degradándose a partir de la negra, hasta la blanca. Señalando que la gris es la que más deteriora a la democracia por su extensión y profusión. Si bien todo el mundo identifica y critica a la negra, en la que se incluyen las violaciones más graves de la ley; mientras que la blanca es prácticamente tolerada; no es vista, en realidad, como corrupción; pues se integra con las meras corruptelas y simples malos hábitos administrativos. (Pensemos en el hecho de evitar una cola a un amigo). Según opinión generalizada se piensa que es de imposible erradicación en una sociedad humana. Las mayores dificultades de encaje en la clasificación se encuentran en la corrupción gris, ya que a menudo no resulta pacífico el enjuiciamiento de ciertas conductas. Para los más rigurosos cualquier infracción de las normas de conducta política es corrupción; cualesquiera que sean los beneficios y sus beneficiarios. La corrupción gris se ennegrece en las sociedades puritanas y se blanquea en las más laxas.

Vivir en una sociedad degenerada por la corrupción, debiera producir un profundo malestar que en verdad no produce. Quizás porque todo acostumbra o porque funciona como el punto ciego. Siendo lo más común escuchar el «y tu más». Que lo primero que acredita es corrupción en quien lo pronuncia. Mas, a la vista del panorama corrupto que invade la democracia, la más sofisticada y oscura de las corrupciones puede ser la que menos lo aparente; y encontrándose entre quienes la toleran ‘de facto’ por no considerar corrupción los hechos con que se produce, como puede ser promover el funcionamiento de instituciones que se dejaron paralizar y que se movilizan legalmente, sí, pero con una legitimidad más que dudosa, debido a la causa real de la movilización, que puede ser haber pasado previamente por el ‘mercado negro burocrático político’; como los pactos políticamente ‘antinatura’ firmados con el personal de la peor ralea de la sociedad, receptivos a los ‘estímulos’ que no fueron sino un negocio espurio que facilitó un desbloqueo institucional aparentemente de interés público, aunque todo el mundo que quiere saberlo sabe en beneficio de quien, y de quienes, se firmaron.