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El 30 de mayo de 1938 fue el último día que sonaron las sirenas en Palma. Ese día, la aviación republicana sembró el terror en la capital. Nueve bombarderos rusos tipo Katiuska despegaron de Girona y arrojaron nada menos que 63 proyectiles, algunos de más de 100 kilos. Varios de ellos cayeron en la zona del actual IES Ramon Llull, en la avenida Portugal de Palma. El ataque podría haber acabado en masacre porque en aquel momento había 800 alumnos en clase. Sin embargo, gracias a las sirenas llegaron a tiempo al refugio. En el resto de la ciudad ocurrió algo parecido, pero aun así hubo dos muertos y 23 heridos.

Aquel fue el último día en que los aviones sacudieron los cimientos de la ciudad. La alarma sonó casi a las once de la mañana, cuando las aulas estaban abarrotadas, y según el parte militar, uno de los proyectiles «hizo explosión en la cubierta del salón de actos del instituto de segunda enseñanza, ocasionando desperfectos de importancia en el mismo edificio». El instituto -donde estudiaba la hija del alcalde republicano de Palma, Emili Darder (fusilado el año anterior)- contaba con un refugio antiaéreo que resultó providencial. Era el mayor de la ciudad, con capacidad para mil personas.
Otras bombas cayeron en la puerta del instituto, en la avenida Portugal, y reventaron varios edificios (véase la foto). Los aviones también arrojaron su carga sobre el aeropuerto, la comandancia general (La Almudaina), el barrio de la Lonja y, sobre todo, el puerto. En total, destruyeron nueve edificios. Llegaron a causar desperfectos en la vivienda del mismísimo comandante general y casi acertaron sobre un barco del muelle que estaba cargado de explosivos. El informe dice: «Si se llega a volar, le imitamos nosotros y media ciudad».

La población se salvó porque usó los 130 refugios que existían en la ciudad. Uno de los fallecidos fue el solleric Antonio Munar Arbona. Tenía 39 años, estaba casado y trabajaba de camarero. Murió en la calle Jaume Ferrer, en La Lonja, cuando se dirigía al cuartel de Falange, en el Consolat de la Mar, para sumarse a las tareas de ayuda a las víctimas. Pertenecía a las llamadas escuadras de Trabajo y Salvamento de Falange. Su trabajo era de camillero. La misma tarde del 30 de mayo celebraron su entierro. La Falange organizó una gran manifestación de duelo que pasó por s’Institut y luego entonó el Cara al Sol. La mujer del fallecido, Francisca Casillas Bautista, recibió una pensión de 693 pesetas en 1941.

Según Massot i Muntaner, uno de los Katiuskas fue alcanzado por el fuego antiaéreo y cayó antes de llegar a la costa catalana. Murieron todos los tripulantes.

Palma cerró así un capítulo negro de su historia, ya que fue la primera ciudad en sufrir constantes bombardeos de la aviación contra su núcleo urbano. Solo en las tres primeras semanas de la guerra, Mallorca fue atacada 46 veces, la mitad sobre Palma. En total, hubo más de un centenar de muertos. De ellos, 35 eran niños y 34 mujeres. Todavía no sabemos sus nombres porque nadie lo ha investigado. Yo estoy en ello. Tampoco han recibido nunca un homenaje.