Denostar lo público se ha radicalizado en los mensajes lanzados por el conservadurismo ideológico: solo lo privado es eficiente y patentiza mayores utilidades. En Argentina, se está ensayando un ejemplo drástico de desmantelamiento de lo público, recortando asignaciones presupuestarias a capítulos básicos como la sanidad, la educación, los servicios sociales y las inversiones. La economía de la motosierra agrada a muchos economistas y gobernantes, que se encuentran instalados en unos preceptos ideológicos dogmáticos que solo parecen ver en sus críticos y oponentes. Veremos los precipicios sociales.
La economía de mercado tiene costes. La pregunta clave es quién los asume. Aquí se establece una especie de ‘juego’ entre la esfera pública y la privada. Esta última proclama las excelencias del mercado como institución eficiente para la fijación de precios. Pero el Estado acaba por ser una pieza determinante para los que buscan en las ubres públicas lo que ese mercado no les puede ofrecer. Mariana Mazucatto ha escrito un libro aleccionador sobre todo esto (El Estado emprendedor, RBA, Madrid 2011). Una reivindicación clara de la inversión pública como acicate básico que se acaba extendiendo al ámbito privado y, después, a la sociedad. Los triunfadores privados, los emprendedores, han accedido a fondos públicos esenciales para el funcionamiento de sus proyectos. Éstos, al final, han revertido en un beneficio limitado para el conjunto de la población, si bien la imagen que puede tenerse es la contraria. Datos: la capitalización bursátil de las cien empresas más ricas de Silicon Valley representa unos tres billones de dólares. Esto beneficia, sobre todo, a un grupo reducido de managers y altos directivos. En paralelo, según explica en un reciente trabajo Éloi Laurent Nuestras mitologías económicas, El Viejo Topo, Madrid 2017), California se empobrece: colegios y universidades públicas están en retroceso, y la especulación inmobiliaria se ha disparado y ha hecho crecer la pobreza.
Estos emprendedores tienen dos señas específicas: los impuestos y el recorte de salarios. La defensa a ultranza de la bajada de impuestos constituye un mantra pretendidamente demostrado por la teoría económica, a saber: reducir impuestos supone dinamizar la economía. A su vez, conceptos básicos como el de competitividad se acaba relacionando, tras la fraseología de rigor que trata de edulcorar la situación, con el control de los salarios. El corolario de esto es la desigualdad. La investigación económica abona esta perspectiva: la concesión del premio Nobel de Economía 2024 a tres historiadores económicos que han investigado sobre las diferentes causas en la disparidad del crecimiento económico, incluyendo la desigualdad como uno de los grandes telones de fondo, subraya la tesis de la inequidad en la distribución de la renta. La inversión pública es clave para revertir todo esto: una función esencial del sector público. Una muestra: la Gran Recesión se superó tras 29 trimestres; la crisis de la COVID, en 7. La causa de tal diferencia: las diferentes políticas económicas implementadas. El peso de la inversión pública.
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