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Llevamos años leyendo abundante información sobre la vivienda. El mensaje final es que faltan viviendas. Sin embargo, como casi siempre el análisis peca de reduccionista, debe hacerse desde el rigor multifactorial. Hay información que certifica que hay miles de viviendas vacías. El trípode sobre el que se asienta el diagnóstico según expertos consultados contempla como mínimo tres elementos. Legislación. Sueldos inferiores a lo necesario con la carestía actual. Alquileres. Añadiría pedagogía social. Tenemos poca o ninguna legislación que proteja a los propietarios y se ha creado una cultura de país sin ley. Nadie puede entender que el Estado no sea capaz de resolver la okupación. La morosidad de los alquileres es abrumadora. Hay evidencias de inquilinos que alquilan y dejan de pagar. Ir a juicio son dos años de espera donde el propietario debe pagar los gastos del inquilino moroso, impuestos y tasas incluidos. Todo ello conlleva una pedagogía social de impunidad en el que el delincuente sabe que en este país no hay orden. Los propietarios prefieren no sacar al mercado sus viviendas, saben que tendrán déficit garantizado. Y si tienen la posibilidad, el mercado turístico les reporta sustanciosos beneficios y seguridad garantizada. Versus el mercado inmobiliario se reduce y ante aumento de demanda, sube el precio del alquiler.

Por otra parte, los sueldos y la falta de seguridad en los contratos basura y temporales no permiten que los jóvenes puedan acceder al mercado de la vivienda. Hay mucha gente que sobrevive y su vida no permite ni ahorro ni gastos que no sean imprescindibles. Creo que hay datos suficientes para que los responsables de la gestión de nuestros impuestos, sobre todo del Gobierno central, empiecen a hacer política seria, sin populismos de baja estopa. Modifiquen la legislación. Se ha creado una cultura irracional. Ningún país de Europa facilita sanidad, educación y prestaciones que, en ocasiones, con la picaresca que conocemos, permite vivir sin trabajar. Hay que ayudar desde el Estado, con nuestros impuestos a los ciudadanos que lo necesitan si llevan un tiempo aquí y han cotizado un mínimo. Venir sin medios ni contrato de trabajo reporta miseria. La idea del social comunismo que no da valor a la propiedad privada es un sinsentido. El buenismo, demagogia, mezclado con la mediocridad y el cortoplacismo electoral no puede hacer proclive el caos en el que vivimos. Si hay seguridad jurídica, se es respetuoso con los bienes alquilados y los sueldos son proporcionales a las necesidades, aflorará mercado inmobiliario, los precios serán más asequibles, los jóvenes podrán optar a independizarse y todos recuperaremos la dignidad perdida. Podremos decir que la vida es bella para todos.