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La nueva presidenta de México, que estudió física, sin química y escribió una tesis sobre la estufa de leña, no invitó a la monarquía hispánica a su toma de posesión; sí invitó a la mujer de Biden. Es decir, un país, EEUU, que cuando Nueva España era México (y volaba por sus criollos) se quedó por la jeta con la tercera parte del territorio mexicano, y que les levanta un muro, ese sí es bienvenido; pero España no es bien recibida en el país de su mestizaje que convirtió a la Ciudad de México, en el siglo XVIII, en la urbe más rica del mundo por no hablar de qué mandó al país, hoy de López Cobrador (sic, véase la serie de El Chapo) y su titeresca, a personajes tan denodados e ilustres como a nuestro Junípero Serra. Por si fuera poco, esta lideresa afirmó que algunas de las ruinas más portentosas del mundo azteca, por las que ya transitó Hernán Cortes, son de hace doscientos años. Algo pasa en ese maravilloso mundo mexicano para que unos fláuticos en el poder, sin cultura, ni subcultura, lo estén desvencijando, mientras el narcotráfico lo anega todo. ¡Ay, si levantara la cabeza Alfonso Reyes o Vasconcelos o Carlos Fuentes o Vicente Fernández o hasta la Virgen de Guadalupe! Y ¡que viva México!, pero el de verdad, el eterno, no este que se están mangurreando unos pendejos wokes. La globalización avanza, ya lo creo, en nuestro país y en su Méjico.

Gustavo Bueno dijo: «¿Acaso las pinturas murales de Siqueiros, de Diego Rivera o de Orozco no son obras culturales de rango más elevado, pero obras culturales que no habrían sido creadas si Hernán Cortés y los españoles, que en esas pinturas se representan como asesinos y depredadores, no hubieran invadido México?». Recordar que los españoles al derrotar a los aztecas, al decapitar la estructura política de la confederación mexica, no hicieron más que consolidar su poder, como lo habían hecho los aztecas con otros pueblos. A diferencia del modelo colonizador inglés, nuestros antepasados se mezclaron. En carta de un comerciante español (siglo XVII) a un pariente madrileños, le cuenta: «Y aunque allí os parecerá cosa recia el haberme casado con una india, acá no se pierde honra ninguna porque es una nación la de los indios tenida en mucho». Es cierto que la población indígena decreció progresivamente debido a la viruela (la sífilis no fue una aportación española, ya estaba en México antes de Colón) y también es cierto que Nueva España era en el siglo XVIII, riquísima: la Ciudad de México (escribió Humboldt) consumía 189 libras por cabeza y día, París 163; se consumía tanto pan como Londres. El jornalero de la época virreinal con el producto de 250 días de trabajo podía comprar tres veces más maíz que cuando la independencia. La capital azteca, cuando era española, tenía 400 calles y 80 plazas; ridiculizaba a Madrid. Nada peor que la ignorancia supina cuando se habla de historia; es verdad que en eso hasta España supera a su hijuela, o sea México. A ver qué caña nos da esta Frida a un país, el nuestro, sin diplomacia, sin defensa de su enorme legado histórico.