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De una simple acampada en Sol nació el movimiento del 15-M que aglutinó a personas, fuerzas, colectivos y asociaciones contra las políticas de PP y PSOE. Todas las fuerzas se unieron y tomaron las calles. El movimiento llegó a ocupar plazas emblemáticas en EEUU. Fueron años de esperanza y de ilusión. Tras décadas de adormecimiento social parecía resurgir una conciencia colectiva capaz de cambiarlo todo. El imparable crecimiento electoral de uno de aquellos movimientos, Podemos, hizo temblar las estructuras políticas, económicas y mediáticas de este país. Un año más tarde llegaron a Madrid las marchas de los mineros para recordarnos que todo aquello estaba muy bien pero que había que mantener viva la lucha de clases. Recién salidos de una de las peores recesiones vividas en este país debido a las políticas de recortes y al austericidio al que nos empujaron los países ricos del norte, aquel movimiento nos hizo creer a muchos que el cambio real era posible. Pero el riesgo era grande. En 2011 escribí un artículo en el que advertía de que si aquel movimiento fallaba, dejaría tocada a la izquierda durante, al menos, una generación.

Ver la deriva que ha tomado aquel movimiento hasta hoy y ver el rostro que Errejón escondía tras la careta ha sido un mazazo que puede dar al traste con las ilusiones que albergábamos. Si Felipe González vino aquí apoyado por los poderes fácticos para cargarse a la izquierda, Errejón, con su traición a Podemos regalando la Alcaldía de Madrid al PP y su conducta machista y violenta hacia las mujeres, puede ser el mejor regalo que reciban la derecha y la ultraderecha para cargar contra la izquierda y el feminismo.

Si algo ha caracterizado a la izquierda, ha sido la autocrítica. Eso de que lo mejor es enemigo de lo bueno no va con muchas de nosotras y nosotros. Unir los movimientos de izquierda, máxime en un país que tiene una ley electoral como la que tiene, parece una tarea insuperable gracias a todos esos González y Errejones y a quienes les hemos permitido desguazar la izquierda. La historia nos enseña que somos lo que hacemos. En un momento tan peligroso como este en el que vemos resurgir el fascismo, hechos como los protagonizados por Errejón, que tanto se había llenado la boca hablando de feminismo y defensa de los derechos de la mujer, son una bomba en nuestra línea de flotación. No somos el ‘Titanic’, pero mantener esto a flote va a ser muy difícil y requiere que nos pongamos todos a remar y hacerlo con todas nuestras fuerzas y en la misma dirección.