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El delincuente convicto Donald Trump ha ganado las elecciones en el Imperio Occidental. Es un buen momento para empresarios millonarios, fascistas, misóginos, homófobos, racistas, sionistas, conspiranoicos y negacionistas de toda pelambre. Por contra, es una pésima noticia para la clase trabajadora, las mujeres, los homosexuales, las minorías étnicas, los palestinos (y los árabes en general) y los migrantes. Son malos tiempos también para la verdad, la democracia, la igualdad, la justicia social, la intelectualidad, la concordia, la solidaridad y el medio ambiente.

Es –y será– precisamente este último punto el más grave e irrecuperable. Los Estados Unidos (y desgraciadamente demasiados otros países) han votado por el más absoluto negacionismo climático justo tras ser golpeados por huracanes como Kirk y Milton, y en el año en que superamos los 1,5 °C de calentamiento respecto a la era preindustrial (límite propuesto como infranqueable si queremos sobrevivir como especie) y batimos récords de CO2 en la atmósfera. Poco han importado a los votantes los enormes desastres climáticos que han asolado el mundo, y que se repetirán amplificados: inundaciones en Alemania y Bélgica en 2021; ola de calor en Reino Unido en 2022; DANA en Grecia, Bulgaria y Turquía en 2023 y terribles inundaciones este año en Europa central y del este, Italia y Valencia.

La victoria de Trump da alas a la extrema derecha mundial y con ello no sólo al retardismo climático (estrategia ya de por sí habitual en liberales, conservadores y socialdemócratas), sino al puro y duro negacionismo. Y cuatro años son muchos, muchísimos, cuando llevamos décadas de inacción ante el desastre medioambiental y cada día importa. Vivimos en una cuenta atrás y acabamos de perder cuatro valiosos años. Nos jugamos la supervivencia. Trump en el poder en estos momentos trágicos significa la tormenta perfecta, y casi con toda probabilidad implicará cruzar el punto de no retorno del calentamiento global. Cuesta entender semejante distorsión esquizofrénica entre política (o economía, según los propios votantes) y existencia. La reelección de Trump es una declaración de guerra al medio ambiente, y el medio ambiente somos todos.