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El trágico impacto de la DANA en numerosas localidades valencianas no ha supuesto ninguna tregua en el enfrentamiento político que mantienen PP y PSOE en todos los ámbitos, el espectáculo es bochonorso. Que en un episodio como el que vive el país -las consecuencias repercuten en todos los ciudadanos- todavía no se haya producido un contacto directo entre el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, es una clara muestra de falta de talante, sensibilidad y responsabilidad por parte de ambos dirigentes. Incluso con el agua al cuello, el objetivo no es otro que obtener el máximo rédito político de esta enorme desgracia. Lo más lamentable es que, con seguridad, tanto uno como otro están convencidos de que los electores no toman nota de este comportamiento de cara al futuro. Creen que nadie les tendrá en cuenta que en los momentos difíciles y complicados por los que vive el país no fueron capaces ni de sentarse a hablar por el bien común. Les importa un bledo.

Dentro de la catástrofe de la que intentan sobrevivir decenas de miles de valencianos el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, tiene un papel protagonista. Es un mentiroso compulsivo, otro trilero obtuso al que la riada dejó noqueado desde el primer momento. Este tipo es un monumento a la incompetencia y la ineptitud llevada hasta el extremo. Otro que confía en la amnesia colectiva para dejar que el tiempo olvide su lamentable papel en todo lo ocurrido. Mazón fue el que desbarató la estrategia preelectoral del PP con su precipitado e unilateral acuerdo con Vox que condicionó el resto de autonomías; de este personaje no debe esperarse la dignidad de una dimisión. Tampoco de las consejeras Salomé Pradas y Nuria Montes, dos consejeras que son el ejemplo de la desfachatez y la falta de empatía llevada al extremo.

La solidaridad es, quizá, el único efecto positivo de todo lo ocurrido en Valencia. La ayuda, en circunstancias tan adversas como las actuales, se convierte en el único bálsamo ante tanta desgracia. La DANA ha dejado al descubierto las graves carencias organizativas del país, pero también la enorme tenacidad de los valencianos por salir adelante. Lo conseguirán.

Tomar decisiones

Basta atender a las comunicaciones diarias de la Delegación del Gobierno para observar que Balears se ha incorporado al mapa de las mafias de la inmigración ilegal masiva, atrás ha quedado el goteo de pateras; ahora se pueden contar por centenares la cifra de personas que arriban a nuestras costas. El tema es complejo, pero de lo que estoy convencido es que con la inacción no se resolverá. Es preciso que las instituciones -Gobierno, Govern, Consell y ONG’s- arbitren medidas para atender este alud creciente de inmigrantes irregulares -en el que no faltan menores-, pero tampoco hay que llevarse a engaño; la raíz del problema está en estas organizaciones de delincuentes que ofrecen estos viajes de los que no se sabe cuántos van a la muerte en alta mar. Los precedentes obligan a vaticinar que no se reaccionará hasta el estallido social, luego vendrán las quejas y los reproches entre unos y otros. No aprendemos.