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En estos días se ha propagado la leyenda de ‘solo el pueblo salva el pueblo’. La oleada de solidaridad entre hermanos, vecinos y desconocidos no puede echar por tierra el Estado. Ese discurso interesado de determinadas organizaciones quiere envenenar el ambiente. El pueblo ayuda al pueblo, del mismo modo que los bomberos, policías, médicos, psicólogos y entidades como Cruz Roja, con una experiencia contrastada en desastres y que también son pueblo, despliegan su trabajo en el campo de batalla. En este caso, una región azotada por lluvias de proporciones bíblicas.

Y aquí conviene recordar los vaticinios de los científicos que muchos charlatanes de las redes quisieron acallar. Los pseudosalvadores no dudan en reclamar atención y dinero, porque al final se trata de esto. Piden donaciones para ayudar a los valencianos, que bastante tienen con lo suyo como para ahora ser una excusa para embaucadores. Ahí está el mecánico negacionista del cambio climático y del Estado: para rehacer carreteras, repartir comida, salvar a los anegados, hacer autopsias, revisar las viviendas y desplegar un plan millonario para volver a levantar los municipios arrasados. Luego llora porque tiene que quedarse con parte de lo recaudado porque Hacienda entiende que es un incremento de patrimonio (que lo es). Menos mal que aún queda sentido común y no se dejan llevar por los cantos de sirena de esta nueva fauna interesada de las redes.

La gente no olvida y el sábado salió a la calle por millares para reclamar la dimisión de Mazón. Porque se obviaron las alertas y se dejó a la población desprotegida y a merced de la tormenta. La memoria persiste.