Es posible que los factores económicos hayan sido determinantes para el resultado de estas alecciones. Por ejemplo, algunos economistas creen que la inflación ha sido decisiva. El incremento de precios se debió a una concatenación de eventos desencadenados por el cierre económico y el consiguiente shock de la cadena de suministros causado por la pandemia de COVID-19, y que poco después fueron amplificados por la crisis energética de 2022 tras el inicio de la guerra en Ucrania. Sin embargo, se ha extendido el discurso de que la inflación fue causada por la excesiva expansión fiscal del gobierno Biden, lo cual no es correcto. El discurso de muchos economistas ‘progresistas’ ha ido en la línea de recomendar equilibrar el presupuesto público y subir los tipos de interés para frenar la demanda y, así, la inflación. Quizás deberían haber pensado que eso implica dejar a gente sin trabajo. Parece que a algunos ‘progresistas’ estadounidenses se les ha olvidado que detrás de las decisiones de política económica hay personas.
Otros economistas creen que, en realidad, lo importante es la pérdida de poder adquisitivo de los salarios. Quizás el problema no es la inflación en sí, sino que los salarios en EEUU son muy bajos. Por ejemplo, el salario mínimo no ha aumentado en términos reales desde 2009, y el salario medio apenas está por encima de los niveles de principios de la década de 1970. Quizás lo que haya querido decir la clase trabajadora estadounidense es que sus ingresos son insuficientes, que tras medio siglo de crecimiento y aparente prosperidad su capacidad económica no ha aumentado. Dicho esto, ¿porque confía la clase trabajadora en Trump para aumentar el poder adquisitivo de los salarios? Quizás porque Trump sea el único que se ha dirigido a los trabajadores de manera directa y sin condescendencia. Según David Axelrod, antiguo asesor de Obama, el partido demócrata se ha convertido en un reducto de universitarios acomodados. Axelrod ha dicho textualmente: «Cuando hablamos de los trabajadores y los campesinos, parecemos misioneros». Es probable que la desconexión de la élite política demócrata con la realidad de la clase trabajadora explique parte de los resultados del martes.
Este artículo únicamente constituye un intento de encontrar algunas cuestiones de carácter económico que expliquen el incomprensible desastre electoral del pasado martes. Lo cierto es que estos resultados electorales no se pueden interpretar sin analizar y entender la mezcla de odio, mezquindad, imbecilidad y desesperación que desde hace tiempo se ha apoderado del pueblo estadounidense y que amenaza con destruir cualquier cosa que esté bien. Y para eso la economía no es suficiente.
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