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Vengo aquí a reclamar justicia para los simios. Porque a ver cómo se entiende que haya quien se atreva a sostener, como esos científicos de Oxford, que la especie animal que ocuparía el lugar del ser humano en un hipotético futuro del que nos hubiéramos caído con todo el equipo sería, no la de los simios, como cabría esperar después de habernos pasado la vida escuchando como nuestro desarrollo evolutivo ha estado unido indisolublemente al hecho biológico de contar con pulgares oponibles, sino la de los moluscos cefalópodos. Los putos pulpos, vamos.

Por lo visto, según un estudio realizado por un tal profesor Coulson y su equipo, los pulpos, libres ya por fin de la presencia de los humanos que durante milenios hemos insistido en servirlos en la mesa de múltiples maneras, evolucionarían hasta alcanzar la cúspide de la cadena trófica, serían capaces de construir herramientas e incluso, y sin necesidad de abandonar su hábitat submarino más que para salir de caza, crear sociedades en las que no faltaría de nada (es de suponer que capitalistas). Hasta ahora, y que sepamos, todo lo más complicado que han demostrado saber hacer con todos esos tentáculos cargados de ventosas es abrir un tarro de rosca para comerse lo que hay dentro. Ya me explicarán con qué pulgares iban a hacer todo lo demás si ni siquiera podrían mandar mensajes de wasap. En cambio, ¿a que ustedes no se atreverían a dejarle su móvil a un mono?