TW
0

En esta vida hay dos cosas que son muy fáciles. Una de ellas es disfrazarse de superhéroe. Si te pones gafas eres Clark Kent y si te las quitas eres Superman. Los miopes tenemos un problema. No hay superhéroes con gafas. Con antifaz sí, pero con gafas no. La otra cosa sencilla es desaparecer de tuiter o X o como se llame. Es fácil desde el punto de vista técnico porque solo hay que darse de baja de la cuenta, pero lo cierto es que existe otro componente que dificulta la decisión final y que va más allá de accionar el mecanismo. Porque quien lo inventó fue tan inteligente que tocó una fibra sensible en los humanos: la curiosidad. Se trata de una emoción difícil de domesticar y al igual que la venganza es una motivación que si no se contiene termina dominándote. La fuerza de tuiter no es solo el hecho de opinar de todo a todas horas y pontificar de cualquier circunstancia por banal que sea, su fuerza estriba en que satisface nuestra inagotable necesidad de saber. No digo que intelectualmente aporte nada, pero permite saber qué hace tu vecino y en una milésima de segundo conocer qué le pasa por la cabeza a Donald Trump. Es demasiado atractivo como para dejarlo ir por las buenas. Estar sometido al vicio del tabaco es malo, pero ser fumador y tuitero es todavía peor y a estas alturas de la vida creo que es más difícil dejar la red social que la nicotina. Tal vez no te mate igual ni las consecuencias para el cuerpo y la salud sean las mismas, pero es una adicción igual de prescindible y peligrosa. El problema es que para muchos ya es su medio de comunicación oficial siendo poco o nada fiable. Entrar en X es como acceder al castillo de Drácula, es decir, entras libremente y por tu propia voluntad. Dejarlo es otra cosa y si lo consigues te vas con alguna dentellada al cuello que te ha hecho aborrecer la basura de las redes sociales.