El trámite y el debate parlamentario amparan lo mejor y lo peor de la política: desde el filibusterismo para impedir o retrasar un proyecto de ley con los jabalíes que ejercen la confrontación y la beligerancia, a quienes practican el arte de la negociación para superar las discrepancias y pactar los desacuerdos.
El pleno del Parlament aprobó, ayer, la ley de simplificación administrativa con marrullerías y artimañas para obstruir el pacto sobre las construcciones situadas en zonas inundables de Balears. La propuesta elaborada por el Govern Prohens consiste en prohibir la edificación de nuevas viviendas y equipamientos sensibles, como escuelas, centros sanitarios y residencias geriátricas, en zonas de riesgo. Al mismo tiempo, vetar nuevos suelos urbanizables en estas áreas y también eliminar la posibilidad de legalizar viviendas fuera de ordenación en estos terrenos. Sólo se acepta que puedan llevarse a cabo las obras y las reformas de seguridad.
Para que prosperase, era preciso que esta transacción, o sea, una cesión del Ejecutivo balear a la oposición, fuera aceptada por las formaciones de izquierda. De ser votada a favor habría implicado la prohibición de regularizar las viviendas fuera de ordenación ubicadas en zonas inundables. Hubo y había acuerdo con Més per Mallorca, pero el PSIB-PSOE, a través de Iago Negueruela, lo impidió. Al ser rechazada la transacción ha sido validado el texto original, lo que obliga al Govern a enmendarlo para introducir las modificaciones que una parte de la izquierda aceptaba y otra rechazaba. Más trámites y demoras porque se necesitará un decreto ley que ampare estos cambios normativos.
El sentido común, que debe inspirar el trabajo de los diputados, ha de posibilitar el entendimiento entre los grupos parlamentarios. En caso contrario, surge la desafección.
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