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Una patronal de Baleares hizo público hace unos días un estudio sobre el absentismo laboral causado por las bajas médicas –porque también existe absentismo por otras razones no relacionadas con la salud–, con resultados que me parecen sorprendentes: somos la región española con más enfermos, obviamente en proporción a la población, con bajas que suponen ocho horas por mes y trabajador. Estas bajas se han duplicado en la última década, con costes que también se multiplican por dos y recaen, por un lado, en el estado y, por otro, en las propias empresas.

En el último año, los costes directos de estas bajas fueron de 500 millones de euros. La Seguridad Social se hizo cargo de 200 millones de euros y las empresas del resto. Si contamos los costes indirectos, que es como se debe contar, o sea incluyendo el valor de lo que se deja de producir y los costes de sustitución de esas bajas, se estima que el impacto puede estar anualmente entre los 1.700 y los 3.300 millones de euros, el nueve por ciento del Producto Bruto total de Baleares. No sé si nos damos cuenta: el nueve por ciento de todo lo que producimos es una barbaridad que multiplica varias veces cualquiera de los conceptos en reivindicación de los cuales nuestros políticos se desgañitan diariamente. Huelga decir que una región que arrastra estos costes compite con un brazo atado a la espalda. Si es que compite.

Por supuesto, yo pienso que los costes de las enfermedades los debemos asumir colectivamente porque no es justo que una enfermedad trunque la vida de un trabajador. Pero no estaría de más intentar curar a nuestra población de tanta enfermedad. O, por lo menos, evitar que terminemos todos en el hospital porque desde 2013 a 2024 el número de bajas y su duración se ha duplicado. Lo cual es sospechoso: más sanidad, más prevención, mejores medicamentos y, sin embargo, las enfermedades en Baleares, que no en el mundo, se duplican. Debe de faltar algún dato. Como consecuencia de todo esto, los 907 euros anuales que costaban estas enfermedades por trabajador han pasado ahora a 2.043 euros.

Los que hicieron el estudio dijeron, a modo de explicación, que el aumento de las bajas está relacionado con la recuperación económica, ya que en las crisis baja el absentismo laboral. O sea que cuanto peor van las cosas en lo económico, menos nos acechan las enfermedades y al revés. A ver si todavía va a terminar siendo ideal ser pobre. Observen que los autores del informe dicen que hay que sensibilizar a las empresas sobre la gestión del absentismo. En muchos casos, dicen, detrás de una baja se esconde un conflicto laboral o la necesidad del trabajador de conciliar su vida personal y profesional. O sea que si hay conflicto o si no concilia bien, la gente se enferma más. Y dan a entender que la conflictividad y la imposibilidad de la conciliación en los últimos años se ha incrementado tanto que ya ven, acabamos todos enfermos.

Yo titulaba que en Baleares ‘estamos enfermos’ pero no porque la enfermedad se ha instalado entre nosotros, sino porque incluso los entendidos a la hora de buscar qué ocurre, hablan de falta de sensibilidad de las empresas, de la conciliación en casa, de los conflictos y no sé de cuántas otras causas que, por supuesto, existen y son importantes, pero omiten que algún trabajador debe de haber que le echa cara. Que los propios empresarios que hacen el estudio y pagan los 300 millones en pérdidas empleen este lenguaje esterilizado, tan bobo que da por bueno que se doblen las enfermedades, que sugiere vigilar la conflictividad como si esta hubiera aumentado desde la Transición, indica que sí, que estamos enfermos, pero sobre todo de estupidez.

Y yo me pregunto dónde están, aparte de para cobrar las dietas, tantos órganos asesores y deliberativos que tenemos en Baleares, incluidas las instituciones políticas, sino para estudiar estos problemas y dar la voz de alarma. ¿Ni una pregunta parlamentaria sobre esta situación? Si no nos ocupa una pérdida de competitividad así, qué nos ocupa. Cómo estamos cuando en un análisis sobre un aumento del cien por ciento de las bajas laborales en los últimos diez años, nadie se atreve a decir que a veces, quizás, en una de esas, podría ser que hubiera alguien que le echara cara. Hay que ser superlativamente cobarde para perder el nueve por ciento de la riqueza y callar porque no queremos quedar mal.

Cuando en una sociedad el cáncer de lo políticamente correcto llega a este nivel de estupidez que nos permite simular que todo el mundo es bueno es que, definitivamente, estamos muy enfermos. Sin duda. De estupidez, pero enfermos.