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El novedoso hecho de que izquierda y centro derecha en el Parlament hablen e incluso alcancen algún acuerdo debería haber sucedido hace más de año y medio, después de las elecciones autonómicas, si el PSOE no se hubiera echado al monte a remolque de la extrema izquierda y los independentistas, entregando por el camino su identidad al sanchismo, y el PP no se hubiera rendido de buenas a primeras ante las exigencias desmesuradas de Vox. Las estrategias madrileñas y la crispación permanente de las relaciones políticas llevan demasiado tiempo impidiendo la centralidad y el sentido común. De ahí que el entendimiento de populares, sanchistas y nacionalistas para desarrollar la ley de simplificación administrativa sin las descabelladas incorporaciones de Vox a cambio de no derogar la ley de memoria sea un acontecimiento, ensombrecido sin embargo por la falta de voluntad mutua de concordia: hablan porque no les ha quedado más remedio, después de la última astracanada de Vox. Los ultras pretendían vincular la aprobación de esa ley de simplificación, y los presupuestos del Govern, a la aceptación de sus manías persecutorias contra la lengua y la cultura de Balears, entre otras. El govern de Prohens se queda por ahora sin presupuestos para 2025. Deberá prorrogar los vigentes y así continuará salvo que en los meses próximos Més se aviniera a concertar las cuentas públicas con el PP; con el sanchismo se antoja inviable: la cólera de Pedro Sánchez causaría estragos en las filas regionales.

La mermada sucursal parlamentaria de Santiago Abascal en Balears se ha empeñado en cerrar la puerta a la posibilidad de ser un partido útil para la gobernabilidad, que es lo peor que le puede suceder a una formación política. Así pues, el PP tiene una nueva oportunidad de liquidar un pacto que nunca debería haber suscrito, con cesiones a los ultraconservadores muy superiores al respaldo electoral conseguido. Ha habido al menos otras dos coyunturas para distanciarse de Vox: en junio el presidente del Parlament, Gabriel Le Senne, reaccionó con virulencia a la provocación de las integrantes sanchistas de la Mesa de la cámara y arrancó las fotografías de las Roges del Molinar y de Aurora Picornell que exhibían; denunciado por un delito de odio comparecía ante el juez el pasado septiembre y continua a la espera del trámite judicial. El PP antepuso entonces su confort parlamentario a la sustitución de Le Senne por la falta de decoro de su comportamiento. El mes de julio, Abascal anunciaba la ruptura de todos los acuerdos autonómicos con el PP por no oponerse a la acogida de niños inmigrantes en distintas autonomías con el fin de paliar la crisis migratoria canaria, una decisión que en Balears ni se notó hasta que los de Vox han recibido la orden de no secundar los presupuestos del Govern.

El PP dejó pasar sus ocasiones de librarse del lastre de Vox y este partido ha perdido también su oportunidad de aparecer como una fuerza política fiable. No ha sabido encontrar su lugar en la política. Sus continuos cambios de criterio, su confusión de adversario, Vox sirve de muleta de Sánchez, es el camino seguro hacia la marginalidad. El futuro de la legislatura dependerá ahora de la cintura política de Prohens.