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A Carlo Ancelotti lo echaron del Bayern y del Nápoles antes de fichar por el Madrid. Hansi Flick firmó por el Barsa inmediatamente después de que la selección alemana, a la que había empezado a entrenar tras su paso por el Bayern y de haber sido despedido anteriormente por un equipo de tercera, lo pusiera asimismo de patitas en la calle. Si en lugar de dedicarse a entrenar al equipo, los cometidos desempeñados en sus clubes hubieran sido los de electricista, fontanero o encargado de mantenimiento, seguramente ninguno de los dos se habría atrevido siquiera a volver a enviar su currículum a ningún otro.

A Javier Clemente le ofrecieron el cargo de seleccionador español cuando ya lo habían despedido el Athletic, el Español y el Atlético de Madrid. A John Toshack le habían enseñado la puerta de salida de la Real Sociedad cuando el Madrid decidió contratarlo, y después de que lo echaran también del Madrid lo volvieron a echar de la Real dos veces más y del mismo Madrid otra. A ninguna empresa que no fuera la federación de fútbol se le habría pasado por la cabeza encargarle a Luis Aragonés la dirección de la selección que luego sería campeona de Europa después de saber que, por mucho que fuera el equipo de su amores, el Atlético de Madrid le había despedido ya tres veces. La de entrenador de fútbol es la única profesión a la que te puedes dedicar veinte años y a poco que te vaya mal y no te acompañen los resultados cobrar religiosamente no menos de veinticinco.