Como explica José Miguel L. Romero en su libro Els Morts, Bárbara García Doreto es una de las dos mujeres asesinadas por falangistas en Ibiza. Tenía 29 años y estaba casada cuando la ejecutaron el 2 de octubre de 1936. No tenía ninguna significación política. No era militante de ningún partido ni había hecho nada. Sin embargo, alguien la acusó, quizá por venganza personal, de haber participado en el saqueo de la iglesia de su pueblo, Sant Miquel, durante la ocupación republicana de la isla. Afirmaban que había robado la ropa y las joyas de la Virgen.
Hacía poco más de una semana que los falangistas habían recuperado Ibiza y buscaban culpables de los desmanes enemigos. Durante el mes de dominio republicano, 114 personas habían sido asesinadas y más de 20 iglesias saqueadas. Alguien tenía que pagar por ello. Como no encontraban a los culpables, aquella absurda acusación sobre Bárbara les pareció suficiente. La asesinaron sin juicio alguno, escondieron su cuerpo en una fosa y además saquearon su casa. Solo cuatro días después, encontraron al verdadero culpable del robo de la Virgen de Sant Miquel. Bárbara era inocente, pero ya era tarde.
Junto a ella fue asesinada otra mujer: Eulària Marí Torres, joven de 28 años, casada y sin hijos, cuyo único delito era haber participado en mítines de izquierdas. Las acompañó el farero alicantino Diego Ponce de León, de 60 años y presidente de Acción Republicana. Hasta ahora solo se ha encontrado el cuerpo de este último.
El historiador David Ginard afirma que estas tres personas tenían «escasa significación política» y que «deben entenderse en el marco de la venganza por la huida a tiempo de Ibiza de la práctica totalidad de los líderes izquierdistas».
Romero denuncia que durante los siguientes 40 años de dictadura estos terribles asesinatos fueron «silenciados por las autoridades civiles y eclesiásticas», las cuales recomendaban a las familias olvidar. Sin embargo, su memoria seguía viva gracias a la hija de Bárbara, Eulalia Estela García, que cada 2 de octubre dejaba un ramo de flores en el lugar donde se supone que está la fosa. Un día le dijeron que en la Catedral había una placa con el nombre de las víctimas de la Guerra Civil. Buscó en ella el de su madre, pero no estaba. Era una lista exclusiva del bando nacional.
En los últimos años, el Govern balear y las asociaciones de memoria han recuperado el recuerdo de las víctimas del otro bando con un memorial en el cementerio viejo de Ibiza y piedras con sus nombres inscritos.
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