Sin embargo, el cristianismo celebró el nacimiento de Jesús antes de Constantino. Al acontecimiento que celebraban lo llamaban incarnatio, término latino que procede de in (dentro) y caro (carne) queriendo significar que Dios tomó carne humana en la persona de Jesucristo. Para los más de 2.300 millones de personas que confiesan la fe cristiana, la vivencia de las fiestas navideñas supone celebrar un cambio radical en la concepción histórica de la divinidad; en esta fiesta no se juega la fe en Dios, ya que la tienen millones de personas que no son cristianas. En Navidad se juega la fe en el Dios que se compendia en cuna de neonato. Lo que supone creer en algo tan insospechado como que la infinitud se ha abreviado a medida, la eternidad a tiempo, la omnipotencia a vulnerabilidad.
Referente a Dios, para el agnóstico, el problema es su existencia; para el cristiano, la gracia no es que exista, es la deliciosa ironía que se haya bajado desde los cielos a nuestros suelos, haya asumido nuestra condición, se haya encarnado.
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