Cuando en política cotiza al alza la obediencia pierden valor la independencia de criterio, la capacidad de reflexión y el espíritu crítico; la discrepancia es motivo de expulsión a las tinieblas exteriores. Todo lo cual ha consolidado un modelo de organización en el que lo primero es el jefe, después el partido y luego si conviene a esos intereses, el de los ciudadanos. Por disparatado que pueda parecer, el arquetipo de político obediente es Pedro Sánchez, que debe su estatus al acatamiento de todas cuantas demandas han exigido sus asociados, sin que le haya importado la tensión social que pudiera causar, ni le ha producido ninguna incomodidad tener que desdecirse de los compromisos previamente proclamados. Para el presidente del Gobierno, la amnistía a los golpistas catalanes, los pactos con Bildu, las cesiones al nacionalismo vasco, el cupo catalán eran líneas rojas inamovibles. Hasta que dejaron de serlo. Ha obligado a su partido a ser obediente a sus propósitos y con ello ha provocado la deriva definitiva de la organización socialista hacia la renuncia a su identidad y su dilución en una plataforma personal de poder, el sanchismo.
Políticos obedientes
Palma23/12/24 4:00
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