Todos los bajos comerciales y más de 500 viviendas en planta baja están absolutamente destruidas. El lodo se ha filtrado en los cimientos de las fincas, emitiendo humedad en la estructura y todo tipo de hongos y bacterias. Los problemas de salud y respiratorios empiezan a ser un problema grave. El paro ha aumentado enormemente, el comercio ha desaparecido, las montañas de coches son un riesgo de incendio espontáneo, las ayudas brillan por su ausencia o se administran de forma opaca y seguimos improvisando y sin planes oficiales de reconstrucción.
Frente a esto, el colectivo vecinal asume funciones tan básicas como organizar la ayuda de emergencia: comida, ropa, muebles, material de higiene, servicio de ducha y lavado, recogida de demandas, atención en domicilio de personas que no pueden moverse, incluso peluquería y actividades para romper la tristeza y el trauma. Plantean la creación de comités locales de reconstrucción porque organizarse es poder y en vez de ser víctimas a las que compadecer quieren ser el sujeto principal de una reconstrucción que no sea volver atrás sino una oportunidad para la transformación.
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