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La Lotería de Navidad mayoritariamente ha tocado un año más en los barrios obreros de todas las ciudades y pueblos de España. Me alegro. Solo faltaría que hubiera caído en Son Vida. A los redactores de medios especialmente audiovisuales les encanta decir eso de que un barrio obrero ha sido agraciado con el gordo o con un segundo o tercer premio. Como es lógico los beneficiados recuerdan que ese, el suyo, es un barrio obrero y que hacía mucha falta que tocara justo ahí. Ni lo niego ni lo pongo en duda. Insisto, me satisface especialmente. Me gustaría que me aclararan con vistas al próximo año qué es exactamente un barrio obrero donde la lotería siempre toca y está muy bien repartida. Lo digo porque en mi calle cada noche aparcan hasta tres furgonetas en las que se puede leer ‘obras y reformas’. ¿Vale eso como barrio obrero? Yo compré mi décimo en la administración de la zona y no tengo ni la pedrea. El año que viene me subo a un taxi y pido que me lleve al barrio obrero más obrero de Palma porque se ve que lo de obras y reformas no es suficiente. Si al menos tuviera una salud de hierro, pues miren, una cosa por la otra, pero tampoco es el caso, quiero decir que cada dos por tres estoy con análisis y botes de muestras. Ya saben. Entonces ni lotería ni salud de hierro. Y llegados a este escenario les deseo a todos feliz 2025, pero lo cierto es que el año irá como irá por mucho deseo que tenga yo de que les vaya bien a ustedes lectores de este periódico. En unos días vienen los Reyes y como no me fío de nadie que entre en casa sin permiso y mucho menos con capa y corona -ya ven cómo les ha ido en la Zarzuela-, casi mejor si pasan de largo no sea que despierten a las gatas y tengamos un disgusto y empecemos el año sin el gordo, sin salud de hierro y con Bimba y Lúa liándola por el pasillo en un piso de un barrio supuestamente obrero donde no ha tocado la lotería de Navidad.