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Cómo se sentiría usted si acude a Son Llàtzer a visitar a un familiar directo, sobre el que tiene la tutela y le niegan una y otra vez toda información porque «lo impide la ley de protección de datos»? Surrealista, ¿verdad? Pues esta historia sucedió hace unos días en el centro hospitalario, cuando una persona, tras ser informada de madrugada de que llevaban a su tía al hospital, aquejada de graves problemas, recibe la llamada de un médico de Urgencias, quien le comenta que la paciente está en la Unidad de Cuidados Medios, facilitándole el número de cama para que pueda visitarla. Hasta aquí todo normal, pero los problemas empiezan cuando el facultativo le indica que si vuelve a la tarde, pregunte en la recepción de habitaciones porque seguramente la trasladarán. Y a partir de aquí, todo es un sinsentido, ya que, según la ley, no pueden informarle de dónde se encuentra su familiar. Vueltas y más vueltas, recepción tras recepción, hasta que, altercado incluido, alguien se apiada de ella y bajo mano le da el número de habitación. Y nos parece normal.