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Visito el Casal de Cultura de Sóller y mis ojos se dirigen hacia una losa con un dibujo prehistórico magistralmente cincelado. Se distinguen dos personas con cabeza de cabra en pleno coito. Junto a ellas hay otras figuras expectantes, lo que se ha interpretado como un ritual de fecundación. Imposible obviar esta piedra grabada por algún mallorquín hace unos 5.500 años. Sin embargo, el hallazgo fue tan insólito que quedó bajo sospecha. Fue un payés quien encontró la losa en 2002 mientras borinava por la Cova de Son Torrella, cuya entrada recuerda los genitales de una mujer.

La piedra estaba junto a otros materiales que habían sido removidos, fuera del contexto estratigráfico. Pero, y además, el hombre la limpió para ver mejor los trazos y eliminó los sedimentos que hubieran podido datarla. Todo eso hizo que se dudara de su autenticidad. Por si fuera poco, la losa quedó empañada porque el artista solleric Toni de Cúber, fallecido hace un año, frecuentaba la cueva con amigos como Miquel Barceló. ¿Tal vez alguno de ellos hizo el dibujo? Seguro que no, porque otro amigo bien conocido, Biel Majoral, lo niega en redondo. Pero, la verdad, no tiene importancia. Los trazos son tan simples, rotundos y figurativos, que están por encima del momento en que se realizaron, si en el neolítico final o hace dos días.

El Casal de Sóller exhibe la losa en la sección de prehistoria, pero perfectamente podría estar en una sala con objetos contemporáneos. Es lo que comento con su director, el arqueólogo Josep Ensenyat, cuando me doy cuenta de que el arte puro es tan inspirador ahora como hace miles de años.