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Un líder político responsable es un dirigente capaz de mediar entre el pasado y el futuro. Capaz de discernir qué parte de la herencia histórica de su país merece la pena conservar y qué parte de lastre hay que soltar. Es maestro a la hora de tantear el límite y sí propone una idea rompedora con la corriente principal de opinión la somete al escrutinio de los ciudadanos. Sucedió con el arriesgado cambio de Felipe González en relación con la pertenencia de España a la OTAN. Planteó un giro político copernicano. Donde el PSOE había dicho: «OTAN, de entrada, no» pasaron a un «sí» a la Alianza Atlántica. Con todas sus consecuencias. Pero Felipe dio la talla como líder responsable convocando un referéndum. La mayoría de los españoles apoyaron aquella decisión que había provocado un trauma en particular en el seno del PSOE y en general en el resto de la fragmentada izquierda que por aquél entonces era muy pro soviética. Felipe ganó el pulso y aquel triunfo cimentó definitivamente su liderazgo pero jugó limpio porque podía haber perdido.

Este apunte recala en el presente subrayando un significativo contraste con la manera de hacer política del actual secretario general del PSOE y presidente del Gobierno. Pedro Sánchez es un líder que, habiendo impulsado medidas tan divisivas como la Ley de Amnistía para favorecer a los golpistas del «procés» , no se atrevió a someterla al juicio de los ciudadanos convocando elecciones. También resulta divisiva por guerracivilista su anunciada campaña de «conmemorar» la muerte de Franco con un centenar de actos a lo largo de este año que estrenamos. Saber lo que hay conservar del pasado debería haberle llevado a homenajear el medio siglo que pronto cumplirá la Constitución pero para eso habría que ser un líder responsable, no un líder divisivo.