¿Le resulta familiar el título de esta contribución? Reproduce una frase que muchas veces hemos oído o pronunciado y que, normalmente, se relaciona con cambios de hábitos relacionados con la salud. Dejar de fumar, mejorar la alimentación o empezar a ir al gimnasio suelen ser los propósitos más comunes que se esconden tras esta frase, que suele transmitir más buena voluntad que hechos palpables. Aun así, son hoy en día legión aquellos que acuden de manera regular a los gimnasios. ¿Una actitud inteligente? ¿Una decisión que puede mejorar nuestra vida? Veamos qué da de sí este tema.
Empecemos con un poco de cultura. ¿Sabe usted por qué en español le llamamos gimnasio? ¿Sabía usted que un instituto de educación secundaria se denomina Gymnasium en alemán? El origen es el vocablo griego gymnásion, lugar que en la Antigua Grecia se usaba para formar a jóvenes en el plano físico e intelectual. La versión actual de esta palabra en español poco tiene que ver con el concepto original, pero mantiene el aspecto físico como nexo.
De la misma manera que el significado de la palabra ha evolucionado, lo han hecho los propios gimnasios. En los ochenta se entrenaba en locales de barrio, cutres y pequeños, para muscular de tal manera que Stallone o Schwarzenegger parecieran muñecos de goma. Por supuesto que hoy en día sigue habiendo quien persigue los mismos objetivos, con otros famosos como referentes, pero se puede afirmar sin duda alguna que la higiene de las instalaciones y la profesionalidad de los empleados ha mejorado, y mucho, en las últimas décadas.
Además, los gimnasios cumplen muchas funciones. La primera es, al igual que sucede con otras actividades deportivas, el desarrollo de una vida social más allá de las obligaciones laborales. En segundo lugar, el gym es un lugar apasionante que permite realizar estudios sociológicos muy interesantes porque se trata de un espacio en el que confluyen todo tipo de personas y personajes: los que usan más el teléfono móvil y el espejo que las mancuernas, quienes estudian el entreno del día como si fuera un análisis de la evolución de la bolsa, aquellos que se pican una y otra vez para aumentar el rendimiento, los que lanzan las barras contra el suelo para demostrar que aún les queda mucha fuerza, quienes cuentan las repeticiones a su manera y aquellos que, simplemente, aparecen por allí para ver si pueden conocer a alguien con quien compartir su vida a muy corto, medio o largo plazo.
Por último, el gimnasio es una excelente escuela para la vida. Los entrenos suelen implicar un objetivo compartido, lo cual refuerza el espíritu de comunidad que ayuda a motivarse para alcanzar y superar nuevas metas. La sensación de avanzar, de sufrir acompañado y de ver los resultados, tanto estéticos como de salud, motiva a la mayoría generando una, casi siempre, sana adicción. Aquellos que no formen parte de este mundillo habrán leído el verbo sufrir y ya habrán entendido por qué no les interesa todo esto. Pero deberían intentarlo. Entrenar de manera regular, superando esos días en los que no hay ganas o en los que parece faltar tiempo, aporta disciplina, estructura y voluntad, unos valores que solo pueden ayudarnos a gestionar mejor nuestro día a día. Y, cómo no, aquí llega el consejo: Si no frecuentan los gimnasios, empiecen ya. Si ya son asiduos, no dejen de ir. Y, hagan lo que hagan, no dejen de leer mis artículos. También les ayudarán a vivir mejor…
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