Tras demasiadas legislaturas de franco retroceso en la gestión cultural de Ciutat, o en las que ésta se centraba únicamente en lo identitario, muy minoritario o radical, el hecho de que Martínez pretenda darle un vuelco a la situación me parece una auténtica bocanada de aire fresco que la ciudadanía alfabetizada agradecerá.
El carácter cosmopolita de nuestra capital y su creciente importancia demográfica no podían seguir conviviendo con una paupérrima gestión municipal de la cultura.
Mientras el socialista Hila perdía miserablemente el tiempo y malgastaba nuestro dinero en intentar derribar monumentos históricos protegidos y en cambiar nombres de calles dedicadas a insignes ‘fascistas’ como el Almirante Cervera (1839-1909), siendo siquiera incapaz de culminar sus escasos intentos de recuperar bienes patrimoniales -a la vista de todos está el injustificable fiasco de la Porta des Camp-, el actual alcalde tiene claros cuatro o cinco objetivos prioritarios para esta legislatura que, como mínimo, servirían para demostrar que la política consiste en algo más que hacerse selfies y colgar toda suerte de trapitos en el balcón de Cort. Hay que gestionar. Sin prisa, pero sin pausa. Parece fácil de entender para el común de los ciudadanos que resuelven problemas cada día en sus ocupaciones privadas, pero, por lo visto, resulta muy difícil de asimilar por los que no han trabajado un solo día de sus vidas en actividad productiva alguna, pues han mamado desde la cuna de las bicocas que les proporcionaba el partido; y lo que te rondaré, morena.
La restauración del controvertido edificio de GESA -singular proyecto de Josep Ferragut- es una magnífica noticia desde todos los puntos de vista, tras dos décadas de abandono y litigios. Si se alberga en él una revalorizada biblioteca municipal y salas en las que se expongan colecciones de rango mundial, miel sobre hojuelas. Es un primer paso al que, indudablemente, habrá que dar continuidad. Otros proyectos como el de la rehabilitación de Can Serra pueden ofrecer magníficas oportunidades para ello.
Y si la recuperación de nuestros cadáveres arquitectónicos es importante, no lo es menos mejorar el nivel de acontecimientos existentes, como el renovado festival de Jazz, o programar nuevos eventos del ámbito del arte y la cultura. Ciutat puede hacer mucho más en favor de la literatura, las artes plásticas, la música clásica o incluso el cine y el teatro, desde las instituciones públicas, pero integrando también la oferta privada -el Museu Es Baluard, el Caixaforum- esencial para la promoción del preciado turismo cultural.
Palma merece estar entre el ramillete de capitales españolas que no solo ofrecen un bello escenario, una gastronomía envidiable o una oferta turística variada para todos los gustos. La apuesta por la cultura debe ser un elemento estratégico de la política municipal para cualquier formación con aspiraciones a gobernar la ciudad. Hasta ahora, con contadísimas excepciones, no ha sido así.
1 comentario
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No puedo estar más de acuerdo. El caso de Málaga, una historia de éxito, debería ser, salvando las diferencias, el referente.