Pero también es cierto que con la oposición actual del PP ni siquiera es seguro que pudiera echarlo con el apoyo de Vox. Por lo tanto, el PP tiene que enderezar su línea de oposición y ofrecer lo que desea la mayoría en estos momentos: la unidad de España y, por tanto, la defensa de la Constitución; la afirmación de la Corona; la alineación política en lo fundamental con nuestros socios de la UE y de la OTAN; y un fondo doctrinal capaz de hacer frente al programa radical, revolucionario y extemporáneo de la izquierda.
Sánchez ha convertido la política española en una guerra de trincheras, ha levantado un muro entre el Bien y el Mal, tiene una concepción patrimonial del Estado, ha anulado el mecanismo de equilibro entre poderes, no respeta las reglas, utiliza los aliados más venales y no hace prisioneros. Su proyecto es acabar con la alternancia a través del llamado bloque de progreso.
Me temo que Feijóo, Gamarra y Tellado hayan sido engullidos por esa máquina de poder porque apenas se escuchan sus mensajes. Un ejemplo paradigmático: siendo el Gobierno de la Nación responsable en gran parte de la desastrosa respuesta a la dana de Valencia, ha pagado el pato el PP y Pedro aparece como el que riega la maltrecha huerta con millones de ayuda. Siento decirlo, pero si el PP no cambia, tenemos Pedro para rato a pesar de ser, con mucho, el peor presidente.
La pegada de Ayuso, con su claro discurso liberal, sin complejos, firme en la batalla de ideas, valiente en los cara a cara, complementada con Álvarez de Toledo, armada de una potente munición intelectual, rápida de reflejos y la mejor oradora del hemiciclo, podrían formar el tándem que diera en el basurero con el colchón de la cama de Begoña.
Después habrá que volver a la moderación, al diálogo y al consenso, huir del extremismo, derribar el muro, desmantelar trincheras, sacar las manos de la Justicia, del Ibex y de tantas instituciones colonizadas.
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