«Gabriel, no serás una piedra en mi camino»

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Los comentarios están cada vez más extendidos dentro del PP. Su presidente, el alicaído Feijoo, cada vez pinta menos. En Valencia Mazón se ríe de él a la cara, no sólo porque se niega a dimitir, sino porque pacta con Vox acuerdos reaccionarios que dejan en ridículo al desorientado líder nacional. En la comunidad madrileña, Ayuso pasa de Feijoo como si fuese un muñeco roto. Y en la práctica, y con descaro, juega a ser la futura lideresa popular. Mientras, ya vemos el bolero que se baila en Balears. Marga Prohens intenta mantener el timón firme en su estrategia centrista y es menospreciada por Vox, partido que goza de manga ancha en el Archipiélago para humillar a los populares gracias a la anuencia de su líder máximo, Abascal, que es el primero en reírse a la cara de Feijoo, al que trata como si tuviese menos peso que Cantinflas en una procesión del Corpus.

El PP debería ser consciente de que con un líder zarandeado a diestra i siniestra se pueden despedir de ganar las Generales del 2027. Analicemos el pasado para comprenderlo. El próximo 18 de julio se cumplirán treinta años de la defenestración de Gabriel Cañellas, por entonces presidente balear, a manos de José María Aznar, en aquel momento jefe de la oposición española. Aznar necesitaba demostrar que era el amo del PP si quería erigirse en aspirante firme a Moncloa al año siguiente. Y lo logró, sacrificando al corderito periférico Cañellas, liado con el túnel de Sóller, que ingenuamente puso la cabeza para su degollamiento. Aznar le citó a Madrid y, fumándose un puro, le dijo: «Gabriel, no consentiré que seas una piedra en mi camino. Te ceso por el bien de España». Y así sedimentó su poder personal.

¿Alguien se imagina a Feijoo haciendo lo propio con Mazón? No puede porque no es un líder, sino ya sólo un mascarón de proa incapaz de erigirse en presidente del Gobierno dentro de dos años.