Sami Naïr cree que el momento actual es decisivo y de una enorme gravedad. Guerra en Europa, inestabilidad en África, cambio climático y malestar ciudadano. Sin embargo tiene esperanza. El próximo jueves interviene en el Club Ultima Hora Valores. El aforo para la conferencia Europa en la encrucijada: guerra, solidaridad, futuro está completo.
¿Por qué sostiene que Europa está en una encrucijada?
—Es un momento histórico. Entramos en un mundo geopolítico absolutamente nuevo con la invasión de Rusia en Ucrania y la reacción unida de la UE, lo que va a plantear nuevos problemas como la necesidad de una mayor unión política para poder decidir más rápidamente. Vamos hacia una profundización del proceso de construcción político europeo y no solo el económico. No es algo seguro para nada, porque hay grandes diferencias entre los Estados. Detrás del fortalecimiento político se plantea el problema de la defensa común. Los países se rearman pero cada uno por su cuenta.
¿Y al sur de Europa?
—Es otra encrucijada. Está muy desestabilizado, hay una situación potencial de guerra en el Magreb entre Argelia y Marruecos. Detrás de esta desestabilización política está el desafío histórico y el reto de los desplazamientos y las migraciones. Cada vez más la gente necesita salir desesperadamente de la situación de grave crisis en África subsahariana. Del Sahel al Congo vemos migraciones que ya tocan a Angola y a África del Sur. Europa no tiene política frente a esta situación, tiene una política represiva de cerrar las fronteras pero eso no basta y no soluciona para nada el problema. Europa tiene que tener un proyecto de desarrollo para sus vecinos.
¿Parte de esas migraciones serán por el cambio climático?
—Es un tercer desafío, el medioambiental, que había sido puesto en 2019 en primer nivel y que está desapareciendo. Con la guerra en Ucrania tenemos la impresión y la realidad de que se está olvidando poco a poco. El presupuesto alemán está dedicado a la guerra con 100.000 millones de euros para armamento. Francia 48,3 mil millones de euros más. Todo eso va en detrimento de una política medioambiental. Nunca Europa había visto desde su creación una situación así. Ni siquiera en la crisis de 2008 o en la de la pandemia, los problemas que se plantean son existenciales, no son coyunturales. Todo depende de qué vayamos a elegir: una política común o la mala solución, cada uno vuelve a lo suyo y debilitamos a la UE, lo que sería una de las peores consecuencias de esa guerra. Sería bueno desde el punto de vista de Rusia y de EEUU.
¿El auge de la extrema derecha muestra ese malestar?
—Es una corriente subterránea que está socavando la UE desde hace 20 años, desde la puesta en marcha del euro. El encarecimiento de la vida, el deterioro de servicios públicos, la marginación de parte de la población autóctona... Las élites que han llegado al poder estos últimos años, todas, sin excepción, han dado una imagen particularmente lamentable frente a los problemas sociales y de ahí viene este malestar. Es profundo y significa una desconfianza hacia las élites y contra la política como se practica hoy en día y genera un enfado que se focaliza en los partidos de extrema derecha, populistas y demagogos que usan esa situación de ruptura del vínculo social como trampolín para llegar al poder.
¿Y en Francia?
—Se ha visto en la Asamblea a 89 diputados de ultraderecha por primera vez desde la II Guerra Mundial. Probablemente, si el Gobierno no toma rápidamente decisiones veremos un movimiento mucho más profundo que el de los chalecos amarillos. Hay turbulencias por todas partes y la cuestión es saber si el sistema democrático va a resistir. Creo que sí, pero los gobierno necesitan tomar medidas drásticas para dar a la población esperanza en su situación. No podemos seguir así de cara a este invierno.
Lo pinta muy negro...
—El pesimismo es casi necesario para llamar la atención sobre la gravedad de la situación. El discurso de las élites europeas es optimista porque viven de eso. Los que no vivimos de eso tenemos que ver la realidad con dos ojos y no solo con uno. La característica fundamental del periodo actual es la siguiente y no se explica: Europa está en guerra. Es una guerra de un tipo nuevo pero todos los países de la Europa Occidental están interviniendo de forma directa o indirecta en la situación en Ucrania y eso pesa en nuestros presupuestos.
¿Europa se ha unido más a EEUU y a la OTAN?
—La OTAN estaba en situación de muerte cerebral después de diez años de guerra en Afganistán y una de las consecuencias más increíbles de la intervención ha sido su renacimiento. El problema de la OTAN es que si entra en la batalla y pasa a la ofensiva hay una guerra mundial, el apocalipsis. Países como Francia o Alemania, o Italia, han entrado en esa lógica y desarrollan su armamento nacional porque no confían del todo en Estados Unidos. Este país tiene una estrategia y armas nucleares. Si libra una batalla con los rusos, empezará en Europa, en nuestra casa. Confiar en EEUU me parece muy arriesgado.
¿Y la esperanza?
—Europa puede resolver sus problemas, basta con tener las ideas claras y satisfacer a la ciudadanía para que se sienta implicada y participe de las soluciones para avanzar hacia una Europa unida, con una política de derecho en el Este y de solidaridad en el Sur.