La conferencia completa de Irene Vallejo. | Youtube Ultima Hora

Irene Vallejo tiene un aura de estrella del rock de las letras. Los números de su obra, El infinito en un junco, se miden casi como los discos a nivel mundial (con más de un millón de ejemplares vendidos) y el poder de convocatoria que tiene la aragonesa es enorme. Para muestra, un botón: el Teatre Principal de Palma colgó hace semanas el cartel de agotado para su acto en Mallorca que tuvo lugar este jueves por la tarde bajo el título de La memoria de las palabras: viajes y migraciones literarias, coorganizado por el Club Ultima Hora-Valores y el Cercle d’Economia de Mallorca. La de Zaragoza, que firmará libros este viernes en La Biblioteca de Babel (de 17.30 a 20.00 horas), repasó durante alrededor de una hora las temáticas que la han convertido en algo que parece un oxímoron: una estrella de la literatura. Y todo gracias a un discurso de defensa de la palabra, de reivindicar el papel de la mujer en la historia y de amor a los libros, la literatura y a la cultura en general. Todo ello, coincidirán conmigo, es bastante rockero.

Irene Vallejo
Irene Vallejo, este jueves en el Principal de Palma.

Vallejo debería haber estado acompañada por su traductora y amiga, Anne Plantagenet, la encargada de pasar al francés El infinito en un junco, pero por motivos familiares no pudo acudir. En cualquier caso, Vallejo no estuvo para nada en malas manos. El historiador y escritor Francisco de Asís Maura fue quien condujo un evento que arrancó con las palabras de la presidenta del Grup Serra, Carmen Serra, quien agradeció al Principal su «generosidad» para abrir las puertas a un evento como este y a las invitadas por su predisposición.

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Carmen Serra , presidenta del Grup Serra, durante su parlamento.

Tras ella, fue el presidente del Cercle d’Economia de Mallorca, Josep Maria Vicens, quien tomó el estrado. Vicens destacó de Vallejo que es «la conferenciante más reclamada de España» y apreció que si «el infinito cabe en un junco, la admiración por Vallejo no cabe en cualquier lado», razón por la cual se optó por un Principal que se quedó pequeño.

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El presidente del Cercle d’Economia, Josep Maria Vicens.

Tras bautizar a Vallejo como «una mujer de palabra», llegó el turno de que los dos protagonistas tomaran asiento en el sofá ubicado en el centro del escenario no sin antes presentar a la autora como «capitana, faro y puerto» de la velada y como «tejedora mágica». Y vaya si lo es.

Comunión

Porque Vallejo, con su voz dulce, pero bien dirigida por quien sabe de lo que habla, encandiló a las más de 700 personas que se reunieron en el teatro. Ese es el poder de seducción que tiene Irene Vallejo. Precisamente, esta comunión fue una de las primeras cosas que resaltó la zaragozana al hablar de la «esperanza» que le genera el éxito de público cuando hace tanto tiempo que planea sobre la lectura y los libros un anunciado e inminente «fin». A los agoreros dedicó Vallejo su deseo de que «ojalá estuvieran aquí viendo cómo la literatura puede llenar espacios como este».

A partir de ahí, los dos entablaron un coloquio con más de monólogo que diálogo, ya que el historiador supo ceder la importancia a la autora y ordenó el flujo de ideas como un delicado arroyo por el curso de la noche.

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Francisco de Asís Maura, que ejerció de moderador, junto a Vallejo, durante el evento

Así pues, y como marca el sentido común, Vallejo empezó por el principio. Concretamente por sus principios como lectora: «Fue la voz de mi madre al contarme cuentos antes de irme a dormir y antes de que supiera leer». En este sentido, la escritora relató cómo «esas filas de insectos caminando por la página», la manera en que su yo infantil se refería a las letras de los libros, le llegaban misteriosamente no a través de los ojos, sino de los oídos sopladas por la cálida voz materna. «Empezaba así el mejor momento del día, el de las historias de cuando mis padres me contaban cuentos».

Y así fue cómo, «un buen día», entre esas historias se colaron los mitos de Grecia y Roma. Todos ellos, fantásticos, mitológicos, maravillosos, crearon en ella la certeza de que «el Mediterráneo no existía», que era igual de fabuloso que los personajes que habitaban los relatos como las sirenas y los cíclopes, y cuando supo que las aguas que bañan nuestras costas eran tan reales como ella le pareció «como si un sueño se hiciera realidad».

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El público ocupó todas las localidades del Teatre Principal llenando sus más de 700 asientos para la ocasión.

Por ello, Vallejo se siente «mediterránea» y no es extraña en una tierra, la nuestra, por la que han pasado grandes escritores a los que citó, como George Sand, Robert Graves, Borges o Cortázar, entre otros. Todos ellos, al igual que ella, «reconocen aquí un lejano sueño de la infancia». Esa infancia que es la de cada uno, sí, pero también la de la humanidad misma, la del principio de la palabra, de los relatos que «contienen el conocimiento». Y por ello, la importancia de «la memoria» que Vallejo reivindica en El infinito. «Los animales no pueden recordar cómo era el mundo hace 10 siglos, pero nosotros sí», destacó cuando evocaba cómo «los libros fueron un salvavidas» en su etapa escolar, en la que sufrió acoso. Fue entonces cuando pudo conectar con otros yoes, gentes de otros lugares y épocas que «ampliaron» su existencia y le hicieron ver que «el mundo es más grande que el patio del colegio», y a los que debemos nuestra forma de ser. «La vida, tal y como la conocemos, existe gracias a los libros», dijo.

Irene Vallejo
Ramon Servalls, Tonina Bestard, Carmen Planas, Irene Vallejo, Carmen Serra, Francisco de Asís Maura y Josep Maria Vicens posan en el ‘photocall’ antes del inicio del acto que tuvo lugar en la velada de este jueves.

Alas

Y de una etapa complicada a «la más dura» de su vida: el nacimiento de su hijo, que durante meses estuvo en la UCI neonatal. «Empecé El infinito en un junco como una forma de sobrevivir a una etapa angustiosa y monótona» en la que «el libro me hacía sentir que tenía unas alas que me habían cortado en la vida real».

A su vez, ese complicado periodo le hizo apreciar la «tarea colectiva» de los sanitarios que cuidaron a su hijo, protagonista de la noche en varias ocasiones y que agradeció desde el escenario a los palmesanos por «esta ciudad tan bonita», demostrando que la labia se hereda.

Y si todo empezó como aire, ya fuera el de los primeros oradores de historias o, más cerca en el océano de tiempo, la voz de su madre, ahora el aire es texto y por eso perdura.

El aire de ayer perdura en estas palabras, a su manera, y sirve como testimonio de que «la capacidad de la palabra está fortalecida».

Irene Vallejo
Lluís Quetglas, Antoni Bennàssar, Catalina Cirer, Irene Vallejo, Dolors Feliu, Paula Serra, Maria Magdalena Frau y Llorenç Huguet.

Por último, Vallejo confesó que no pudo hacer otra cosa que «homenajear» en su libro a su madre: «Cuando me liberé de todas las cosas que me constreñían me dije que iba a escribir este libro con la voz con la que mi madre me contaba sus cuentos», haciendo pasar ese aire maternal a texto escrito. Ese fue el secreto del éxito de El infinito en un junco, obra que nació «pensando que sería la última que haría, mi despedida».

Sabemos ahora que solo fue un comienzo. Una maraña enorme de hilos que se remontan a miles de historias y personas, muchas de ellas mujeres, cuyo legado «ha sobrevivido a increíbles obstáculos y que parecía que iban a naufragar en las tormentas del tiempo», pero que en su lugar demuestran que el verbo y la palabra sí pueden contener el universo entero. El infinito, en efecto, puede habitar en un junco, en un libro, en una voz maternal que narra una historia a su hijo antes de dormir o en un teatro ubicado en una isla rodeada de un mar de fantasía.