«Sigo queriendo a mi mujer, estoy convencido que ella me está
esperando en casa». Rafael Cobo, el hombre acusado de matar a su
mujer clavándole un cuchillo por la espalda, quiso convencer ayer
al jurado que su situación familiar le había ocasionado un
trastorno mental, que le impedía recordar como habían ocurrido los
hechos. El hombre se enfrenta a una acusación de asesinato con
alevosía. Las acusaciones solicitan una condena de 20 años de
cárcel.
Los hechos ocurrieron en una vivienda de la calle Puerto Rico,
en Palma, en la noche del día 15 de noviembre de 1997. Rafael Cobo
y su esposa Ana María Muñoz estaban en trámites de separación. El
acusado explicó que se había casado con la víctima en 1976 y habían
tenido dos hijos. El día de los hechos tenía que abandonar la
vivienda familiar, por orden de un juez, y ceder el disfrute del
piso a su mujer. «Yo no quería separarme», dijo Rafael Cobo, «pero
firmé lo que ella quiso». A pesar de que el acusado ayer negó que
conocía que el día del crimen debía marcharse del piso, lo cierto
es que había iniciado trámites para buscar otro piso. El acusado
intentó ayer convencer al jurado que su matrimonio había sido
tormentoso, pero él seguía queriendo a su esposa. «Me han dicho que
mi mujer está muerta, pero no lo creo», afirmó el acusado. El día
de los hechos, según intenta defender el fiscal, Rafael Cobo había
escondido un cuchillo bajo una almohada antes de que su mujer
llegara a casa. Provocó una discusión y la apuñaló por la espalda.
Sin embargo esta versión no la recuerda Rafael Cobo, que afirmó que
había sufrido un trastorno mental que le había afectado a su
memoria. «Me desperté de mi sueño cuando estaba en los calabozos,
no recordaba nada de lo que había ocurrido». Pese a estos fallos de
memoria, Rafael Cobo sí recordaba perfectamente que su esposa le
había sido infiel ya que, según él se entendía con su hermano
mayor. Descubrió esta infidelidad un día que su mujer ingresó en
una clínica «tras haberse tomado varias pastillas para suicidarse».
Precisamente, según el acusado, el motivo de que se trasladara con
su familia de Córdoba a Mallorca era para «iniciar una nueva vida»,
porque pese a esta supuesta infidelidad «siempre la había perdonado
porque la seguía queriendo». Negó que hubiera atacado a su mujer
por la espalda, ni que la hubiera agredido jamás. El acusado
reconoció que había forcejeado con al víctima, pero lo había hecho
para quitarle unas pastillas, no para apuñalarla.
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