«De este viernes no pasa. Quedamos por la noche para cenar y luego
nos vamos de copas». Ninguna de las compañeras de trabajo de María
del Carmen del Salto podía ni tan siquiera sospechar que las
consecuencias de aquella salida en principio inocente, aquel aciago
22 de mayo, tendría unas consecuencias tan dramáticas. La joven de
Porto Cristo trabajaba en una lavandería de Son Servera, tenía 28
años y toda la vida por delante. Había nacido en Mallorca, pero su
familia es oriunda de Jaén. Sus padres, Enrique del Salto y
Engracia Fajardo, habían llegado a Manacor treinta años atrás, en
busca de un futuro más próspero.
El matrimonio alquiló un segundo piso frente al antiguo hospital
de Fray Junípero Serra y al año ella quedó embarazada. María del
Carmen nació en 1971 y era la segunda de seis hermanos (Mónica,
Enrique, Silvia y dos gemelos). Durante siete años la familia vivió
en Manacor y el progenitor, Enrique, montó una empresa: «Pinturas
Hermanos del Salto». La vida mallorquina les sonreía y a finales de
los 70 se trasladaron a vivir a Porto Cristo. María del Carmen
creció rodeada de hermanos y de amigos, gracias a su carácter
extrovertido y a su facilidad para ganarse la confianza de las
personas. Cursó estudios con normalidad y cuando acabó decidió no
empezar una carrera, sino ponerse a trabajar.
Era responsable y seria, y no tuvo problemas para acceder a un
puesto de trabajo. Últimamente las cosas le iban bien y estaba a
punto a independizarse de su familia, a la que estaba, como el
resto de sus hermanos, muy unida. Magdalena Perera, compañera de
este periódico y vecina durante muchos años de la familia Del
Salto-Fajardo, recordó ayer que la muchacha «se hacía querer».
Según esta profesional, la familia jienense se integró
perfectamente en la comarca ya desde su llegada y todos sus
miembros son personas muy apreciadas y respetadas.
María del Carmen había tenido novio, pero hace un año rompió la
relación. Desde entonces no se había vuelto a enamorar. Era casera
y una de las cosas que más le gustaba era, al acabar la jornada
laboral, llegar a su casa, acomodarse en el sofá y leer algún
libro. De vez en cuando practicaba gimnasia, pero no era una
deportista consumada. Era de un físico agraciado y de una altura
considerable. El viernes 22 de mayo ella y sus amigas decidieron
salir a divertirse y quedaron para cenar en un restaurante de Son
Servera. María del Carmen salió vestida con pantalón negro, jersey
a rayas y camisa negra. No estaba en perfecto estado, porque se
encontraba en fase menstrual, pero tenía ganas de pasar un rato
agradable con sus compañeras de trabajo y no se lo pensó dos
veces.
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