«La verdad es que no tengo nada que ver con la muerte de esa
mujer». Manuel Moreno Muñoz, el toxicómano que está acusado del
asesinato de una mujer de 84 años de edad en el barrio de sa Marina
de Eivissa, mantuvo ayer su inocencia ante el jurado popular. El
joven, que cuenta con un amplio historial delictivo, se negó a
contestar las preguntas que le querían formular el fiscal y el
abogado de la acusación particular; sólo quiso hacerlo a las
cuestiones que le dirigió su abogado defensor Carlos Portalo. La
magistrada Margarita Beltrán preside este juicio que se celebra con
un jurado popular, en el que se analizan unos hechos que ocurrieron
en la mañana del día 16 de diciembre de 1998.
La acusación intentará demostrar durante este juicio que Manuel
Moreno asesinó a la mujer para robarle, y lo hizo golpeando su
cabeza con un bolsillo. Después le robó las joyas y unas tarjetas
telefónicas.
Estos hechos los niega el acusado, aunque la acusación mantiene
que existen prueba que demuestran lo contrario. Pese a que no
existieron testigos de los hechos, el mismo día del asesinato el
joven fue detenido en el barrio de sa Penya, uno de los más
conflictivos de Eivissa. En su poder llevaba las joyas que
supuestamente pertenecían a Lucía Ferragut. La mujer no se
desprendía nunca de su cadena y de unos pendientes, según han
confirmado sus propios familiares.
La mujer fue golpeada, al menos tres veces, en la cabeza con el
martillo. El arma le ocasionó un derrame cerebral, amén de una
fractura craneal. Quedó inconsciente. Un cliente la encontró. Fue
trasladada al hospital de Can Misses. Esa misma tarde murió.
La detención de Manuel Moreno fue casual. El joven es un
conocido delincuente, tal como refleja su completo historial
policial. Una patrulla, en un control rutinario, se fijó en él. Uno
de los agentes le llamó y Manuel intentó huir, aunque no lo logró.
El policía se dio cuenta que le daba una servilleta a su compañero.
La misma envolvía las joyas de la víctima. Moreno dijo que las
piezas pertenecían a su mujer, y que las quería vender para dar de
comer a su hijo.
Ante estas sospechas la policía decidió trasladar al acusado a
Comisaría, si bien en ningún momento se le relacionaba con el
asesinato. En las dependencias policiales declaraba la hija de la
mujer fallecida, que de inmediato identificó las joyas de su madre,
que habían estado en poder del detenido. Esta prueba era
concluyente. Además, la policía descubrió que las ropas del acusado
estaban manchadas de sangre, en concreto la camisa y el pantalón.
La sangre pertenecía a la víctima, tal como han demostrado los
análisis posteriores. De forma espontánea el inculpado señaló a la
policía que la sangre pertenecía a un pavo que había matado por
Navidad.
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