Pedro Amengual Mateu se encuentra solo y ya casi no le quedan
esperanzas. Lleva más de tres años luchando para que Kyara, su
única hija, de cuatro años de edad, pueda salir de Cuba y vuelva
con él. Este hombre, que es vecino de Bunyola, viajó hace años a
Cuba y conoció a una mujer mucho más joven que él. La pareja intimó
y el mallorquín le propuso a la joven, llamada Marbelys, que
volviera con él a Mallorca. Le ofreció matrimonio y una mejor vida.
Ella aceptó. Pedro Amengual logró sacar a Marbelys de Cuba y al
llegar a Mallorca se casó con ella. A los pocos meses nació su
única hija, la pequeña Kyara.
Cuando la pequeña apenas tenía dos años de edad la relación con
Marbelys se fue deteriorando. La mujer abandonó el domicilio
familiar y pidió la separación matrimonial. Un juez de Palma se la
concedió, pero la custodia de la niña se la otorgaron al padre; la
madre sólo tenía derecho a visitarla los martes, miércoles y
jueves, y los fines de semana alternos.
Marbelys no acató esta sentencia. Como pudo se marchó de
Mallorca y volvió a su país. Con ella se llevó a su hija, que desde
entonces, no sólo no ha podido volver a Mallorca, donde nació, sino
que además ya casi no recuerda quién es su padre.
«Es muy duro lo que estoy pasando, me encuentro muy mal»,
manifiesta Pedro Amengual, mientras se limpia las lágrimas que
cubren sus ojos y roto por la emoción que apenas le permite hablar.
Este hombre ya no sabe a dónde debe acudir para buscar ayuda. Ha
denunciado la desaparición de su hija ante la policía. Al no
recibir noticias fue él mismo quien averiguó en que lugar de Cuba
vivía su ex mujer y la niña. Viajó al Caribe y pudo ver a la niña.
Pero en ese momento se dio cuenta que Kyara, aunque le seguía
llamando «papá», apenas sabía quién era aquel hombre que la estaba
visitando. Este encuentro «me rompió el corazón», recuerda Pedro
Amengual. Ese mismo día se desplazó a más de 200 kilómetros. Fue a
la embajada española en Cuba y pidió amparo. Exigió que se
cumpliera la sentencia del juez de Palma y que las autoridades de
Cuba obligaran a su ex mujer a que le entregara la niña. «En la
embajada me dijeron que no podían hacer nada para ayudarme. Me
decían que tenía razón, pero que ellos no podían ordenar la
repatriación de la hija de una madre cubana». En ese momento el
vecino de Bunyola se dio cuenta que estaba más solo que nunca y que
no podía luchar contra todo un pueblo cubano para conseguir sacar a
la niña del país.
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