Los funerales por las víctimas del accidente de Soria fueron
oficiados ayer en Ripollet y Viladecans en sendas ceremonias
restringidas a familiares, amigos y autoridades, aunque miles de
personas los siguieron por megafonía desde las calles adyacentes a
los polideportivos en los que fueron oficiados.
Ambas ceremonias religiosas fueron concelebradas por el
arzobispo de Barcelona, Ricard Maria Carles, quien leyó un mensaje
de condolencia del Papa Juan Pablo II dirigido a los familiares de
las víctimas. En su mensaje, el Papa ha expresado a los familiares
su «profundo pesar» junto a sus más «sentidos sentimientos de
cercanía y consuelo». En sus homilías, Ricard María Carles, aseguró
que «hay misterios como la muerte para los que no tenemos
respuesta» y expresó su deseo a las familias de las víctimas de que
se recuperen de esta tragedia «aunque es difícil la serenidad en
estos momentos». «Habéis vivido una gran cruz -dijo Ricard Maria
Carles- y una gran prueba» y aseguro que «para la muerte no tenemos
respuesta humana, pero sí que tenemos actitudes humanas y una de
ellas es sufrir con el que sufre».
Especialmente emotivos, en las dos ceremonias, fueron los
momentos en los que el arzobispo nombró una por una a las víctimas
del accidente. Pero los momentos más desgarradores ocurrieron al
final de la ceremonia, cuando algunos de los familiares se
abrazaron a los féretros y el padre de uno de los escolares de
Ripollet gritó: «¡No os llevéis a mi hijo». Tres de las familias de
los fallecidos en el accidente de Soria decidieron no participar en
los funerales conjuntos y optaron por celebrar ceremonias
religiosas en la intimidad.
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