Una operación de ayuda a gran escala está en marcha en las zonas
más afectadas por el fuerte terremoto que el pasado viernes afectó
al estado noroccidental indio de Gujarat, donde se teme que puedan
haber muerto alrededor de cien mil personas. El ingente trabajo en
las zonas de la catástrofe se desarrolla sin mucha coordinación, en
un ambiente caótico, aunque con episodios de esperanza cuando es
rescatada con vida una persona más, como ayer sucedió con una mujer
después de seis días sepultada viva.
El mayor teatro de operaciones de ese despliegue humanitario es
el aeropuerto militar de Bhuj, ciudad que tenía 150.000 habitantes
hasta el pasado viernes, que está a 20 kilómetros del epicentro del
seísmo y que ha quedado reducida a escombros en un 90 por ciento.
La base militar, que quedó milagrosamente intacta, está desbordada
por el tráfico de aviones cargados de ayuda humanitaria y de otros
en los que unos tratan de alejarse del lugar de la catástrofe, y
otros llegan hasta él para prestar ayuda, buscar a familiares o
para informar de la magnitud de la tragedia.
Noticias que llegan desde Bhuj indican que existe poca o ninguna
planificación para distribuir la ayuda y que, por ejemplo, la
comida y el agua llegadas el martes para las víctimas del
terremoto, se repartieron entre pasajeros que esperaban salir de la
ciudad porque de otro modo se hubiese estropeado. Tres aviones de
la Cruz Roja aterrizaron ayer en Bhuj con agua, material médico y
parte de un hospital móvil con 350 camas y capacidad para 500
personas, pero el aparato se retrasó y fue imposible utilizar esa
ayuda.
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