Esta estafa suele cometerse las noches de los fines de semana y
las víctimas suelen ser extranjeros. Estos turistas entran en un
cajero automático. Previamente los delincuentes han colocado un
cartón en la ranura, lo cual impide al ordenador del cajero leer la
banda magnética y además provoca que la tarjeta no sea devuelta a
su propietario. La víctima, ajena a esta maniobra, intenta
recuperar la tarjeta. En un momento determinado un individuo (el
delincuente) bien vestido y con buen aspecto, entra en el cajero
dispuesto a ayudarle. Le dice a la víctima que a él también le
ocurrió lo mismo, pero que lo resolvió marcando de nuevo el número
secreto. La víctima, confiada, marca este número, que es captado
por el delincuente, pero el cajero no le devuelve la tarjeta. La
víctima, cansada de tanto esperar, y debido a que el banco está
cerrado, decide marcharse. El estafador aprovecha esta huida para
sacar el cartón, recuperar la tarjeta, y después (gracias al número
secreto) se desplaza a distintos cajeros y se apodera del dinero
que puede. La Guardia Civil no dispone de medios para mantener una
vigilancia constante sobre estos cajeros.
Otro de los métodos que utilizan los delincuentes es el de,
además de la citada cartulina introducida en el cajero, colocan una
pegatina con un número de teléfono de «atención al cliente». El
número que aparece es el del teléfono móvil del delincuente. Muchos
turistas ingenuos han llamado por teléfono a este número, y la voz
que les ha respondido es la de un individuo que, tras varios
consejos, les ha pedido que les facilite la dirección del cajero en
el que se encuentran y la clave secreta de su tarjeta. Como estos
consejos no sirven de nada, la víctima suele cansarse de esperar en
el cajero, lo que aprovechan estos individuos para recuperar la
tarjeta y operar con ella.
En medios policiales existe una preocupación de que este tipo de
estafa vaya extendiéndose poco a poco en la Isla, ya que en el
plazo de un año se ha detectado un gran incremento de delitos. Los
delincuentes se aprovechan de que cada vez hay más cajeros
automáticos instalados, y que las personas no sospechan que el
individuo que quiere ayudarles, es en realidad un estafador.
El peligro de los individuos que están dispuestos a
ayudar
Los investigadores advierten a los ciudadanos que no se fíen de
nadie cuando un individuo se muestre dispuesto a ayudarles en un
cajero automático. Las intenciones de estos delincuentes,
lógicamente, no son las de ayudar al ciudadano, sino más bien
quitarle su tarjeta de crédito y apoderarse de todo el dinero que
puedan. Los delincuentes son cada vez más listos y se inventan
cualquier método para estafar. En el timo del «lazo libanés» les
basta colocar un simple cartón negro, que tiene una media
determinada, y después «engatusar» a la víctima para que no se dé
cuenta de que le están engañando. Los delincuentes saben muy bien
contra quién pueden actuar y suelen hacerlo con personas
extranjeras, y mejor si son de avanzada edad, que habitualmente no
están tan familiarizadas con el manejo de estos cajeros
automáticos. Los investigadores advierten a los usuarios que vayan
con cuidado a quién faciliten el número secreto de su tarjeta de
crédito, porque pueden ser engañados.
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