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La Fiscalía de Palma ha decidido presentar un recurso contra la sentencia del Juzgado de lo Penal número 5, por la que se condenaba al constructor que echó a la fuerza a un grupo de «okupas» que vivía en un edificio abandonado de la calle Botons. Este empresario fue declarado culpable de un delito de coacciones y la juez, además del pago de una indemnización a los «inquilinos», le impuso una condena de un año de prisión.

Bartomeu Barceló, el fiscal que actuó en el juicio, entiende que el empresario no cometió ningún delito de coacciones, sino sólo una falta. El fiscal pidió a la juez en el juicio una condena de multa, y no de prisión. A este recurso se ha sumado la defensa del acusado, que mantiene que no existió ningún delito. El empresario reconoció en el juicio que ordenó que se derribaran algunas partes del edificio, pero no en el que vivían los «okupas», sino en el de al lado. Sin embargo, esta declaración no convenció a la juez. Los hechos se remontan al año 1999.

Un grupo de obreros, contratado por el acusado, comenzó a derribar algunas paredes y el techo del piso superior. Las obras afectaron a la estructura del edificio y los «okupas» tuvieron que irse por temor a un derrumbe.