«Cualquier persona sana, convenientemente ilustrada sobre la
posición a adoptar, cuando se le practica una radiografía, sale de
la clínica con collarín». De esta forma el magistrado Joan Catany,
presidente del tribunal de la Sección Segunda de la Audiencia de
Palma, reconoce la dificultad que existe para los médicos
diagnosticar adecuadamente las lesiones de tráfico. El juez realiza
este razonamiento en una sentencia en la que se analiza un
accidente leve, entre dos furgonetas, en el que cuatro personas
pretendían cobrar unas indemnizaciones millonarias por unas
lesiones que, según parece, nunca existieron.
El magistrado, por tanto, anula una sentencia de un juez de
instrucción, que concedió casi tres millones y medio de pesetas de
indemnización a estos cuatro miembros de la misma familia que,
casualmente, tardaron los mismos días en curar, a pesar de que las
edades entre ellos son muy distintas. La sentencia condenaba al
Consorcio a pagar la indemnización, debido a que el vehículo
causante del accidente no tenía seguro.
El accidente consistió en una colisión entre dos furgonetas, una
Renault Express, con un solo ocupante, y una Nissan Vanette, con
cuatro personas dentro. La Renault fue la causante del accidente,
al iniciar la marcha y alcanzar al otro vehículo, pero lo cierto es
que entre las dos furgonetas existe una gran diferencia de peso,
por lo que el juez no entiende como las personas que viajaban en la
Vanette sufrieron estas lesiones tan graves. De hecho, en el
vehículo que sufrió el golpe apenas se aprecia la rotura de un
intermitente.
Ante toda esta serie de dudas, e insistiendo sobre la dificultad
médica que existe para confirmar estos daños físicos, el juez cree
que los cuatro ocupantes de este vehículo jamás sufrieron estas
lesiones, porque era muy extraño que personas con más de 40 años de
diferencia de edad, tardaran los mismos días en curar.
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