Una estudiante del instituto donde se produjo la matanza llora la muerte de las víctimas.

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BERLÍN-EFE
Los especialistas hacen conjeturas al respecto a la luz de lo que se sabe de la biografía del asesino, Robert Steinhaeuser, un muchacho de 19 años que había sido expulsado del colegio. Sus padres, que al parecer viven separados y disfrutan de una situación económica desahogada, tenían una relación difícil con él, al que le caracterizaba, según diversos testimonios, un deseo de destacar sobre los demás lo que con frecuencia no conseguía en el terreno académico.

En esto último se basan algunos psicólogos y psiquiatras para explicar los posibles orígenes de masacres de este tipo, según Wilfried Koehler, director de una clínica psiquiátrica en Fráncfort. «Si no logro ser el primero en lo bueno, por lo menos procuraré serlo en lo malo», se dicen en un momento dado este tipo de individuos, que viven con una gran tensión entre lo que se exigen a sí mismos y sus posibilidades reales, según Koehler. Esa tendencia, agrega el psiquiatra, se puede intensificar por un efecto de imitación generado por informaciones acerca de matanzas anteriores o vídeos y películas que ensalzan la violencia.

El psicólogo forense Steffen Auer ha señalado que al tipo de asesino que encarna Robert Steinhaeser suelen pertenecer personas que se han sentido humilladas durante mucho tiempo y que, para perpetrar su crimen, vuelven al lugar donde han vivido las humillaciones. En el caso de Steinhaeuser, este lugar habría sido el colegio de donde había sido expulsado y donde no se le permitió presentar su examen final de bachillerato, en el que estaban concentrados sus compañeros cuando se produjeron los trágicos hechos.

Al lado de las interpretaciones psicológicas de la tragedia, han empezado a aparecer otras explicaciones religiosas y morales como la del arzobispo de Colonia, Joachim Meissner, quien, al comentar ayer los hechos en una entrevista de televisión, se quejó de que en la sociedad actual se transmiten cada vez menos valores a los jóvenes. Meissner además sostiene que hay que preguntarse por qué alguien en un estado de desesperación semejante, no encontró nadie con quien desahogarse y buscar consuelo.