Son normalmente siete y sus edades oscilan entre los 10 y los 13
años. Sin embargo, son ya consumados delincuentes y tienen
atemorizados a muchos vecinos de es Rafal y de Son Forteza. Esta
pandilla juvenil, formada por niños y adolescentes de etnia gitana,
entre los que también hay féminas, lleva al menos dos meses
actuando con total impunidad por las inmediaciones de la gasolinera
del número 181 de la calle Aragón.
El pasado domingo por la noche, sin ir más lejos, rodearon a un
motorista que se había detenido para repostar y le exigieron una
determinada cantidad de dinero. El hombre se negó y comenzaron a
darle una paliza, por lo que tuvo que dejar la moto y salir
corriendo. María, una vecina, presenció asustada la secuencia desde
su ventana y llamó al 091: «Avisamos mucho a la policía, pero esos
críos siguen actuando como si tal cosa, parece que no tienen miedo
de nada».
Otro residente explicó que «ya nos da hasta miedo que nuestros
hijos bajen a la calle a por el pan, porque sabemos de muchos casos
en los que les han quitado el euro y encima les han partido el
labio a tortazos». La situación, en ocasiones, llega a ser cómica,
aunque no sus consecuencias: «Vi una vez que intentaban agredir a
un hombre en plena calle y tenían que dar saltos porque no le
llegaban a la cara», contó otro vecino, que prefirió mantenerse en
el anonimato por temor a represalias. Los niños delincuentes
denunciados no son toxicómanos ni tienen la necesidad imperiosa de
robar, pero según los lugareños «parece que disfrutan paseándose
por la calle como si fueran los reyes del barrio».
Agresión con una porra en el Pla de na
Tesa
Hace algunos días una familia que circulaba con su coche por las
inmediaciones del aeródromo de Son Bonet, en Marratxí, se detuvo
bruscamente porque cuatro niños de entre 8 y 14 años se entretenían
con una moto en mitad de la calle. El conductor les pidió que le
dejarán pasar y uno de ellos le contestó con improperios. El
hombre, irritado, se apeó del coche, pero su sorpresa fue mayúscula
cuando el menor azuzó a sus compañeros: «¡Sacad la porra de la moto
y golpeadle!». Uno de ellos, en efecto, blandió una porra y
destrozó los cristales del automóvil. En el interior se encontraban
dos mujeres y dos niñas, que quedaron atemorizadas. Cuando la
policía llegó la pandilla juvenil ya se había marchado. El caso
evidencia que el fenómeno de los niños delincuentes crece cada día
en toda la Isla y que la policía o la Guardia Civil se muestran
impotentes para controlarlos.
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