Un agente muestra el material intervenido en junio.

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Las bandas de estafadores rumanos han topado con un hueso difícil de roer: la Policía Judicial de la Guardia Civil. En menos de un mes, los agentes de Palma han conseguido desmantelar dos redes que intentaban clonar tarjetas de crédito tras grabar los números secretos con cámaras ocultas en los cajeros. Los turistas eran las víctimas de estas mafias, que pese a los golpes que han recibido, lo siguen intentando.

Ionut S. y Daniel G., ambos de 21 años, llegaron a la Isla en un viaje organizado, intentando pasar por simples turistas. Pero en su equipaje no había toallas ni bañadores, muy al contrario, traían de su país una boca de plástico con lector digital, 2 mini-cámaras digitales, dos emisores, dos receptores de señal, una videocámara digital, un ordenador portátil, baterías, cintas de DVD y otros artilugios de última generación. El objetivo era claro: habían ubicado varios cajeros «calientes» de la zona de Peguera, en los que la afluencia de extranjeros era considerable. En la papelera del cajero camuflaban una batería, que conectaban a una cámara de reducidas dimensiones que estaba colocada estratégicamente. Cuando el cliente tecleaba el número secreto de su tarjeta, la cámara filmaba los movimientos de los dedos y los rumanos, desde su ordenador portátil, anotaban el código PIN, a distancia y con total impunidad. La otra parte consistía en clonar la banda magnética, y para ello colocaban una boca de plástico en el cajero, idéntica a la original y que se superponía a ésta. Así, cuando el ciudadano introducía la tarjeta, la banda pasaba por el lector falso, controlado por los rumanos. Con toda esa información en su poder sólo quedaba introducirla en un soporte «virgen» y lo que hacían los estafadores era remitir los datos al extranjero, donde los otros hampones los introducían en una tarjeta «virgen». A partir de ahí podían comprar de forma indiscriminada, hasta que el turista se daba cuenta. Al tratarse de compras en el extranjero, en algunos casos las víctimas se enteraban dos semanas después, y se encontraban con un agujero de varios miles de euros en sus cuentas.