Camiones frigoríficos cargaban sin cesar cadáveres cubiertos con sábanas blancas.

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EFE-LA MECA
Una estampida humana en un puente abarrotado de peregrinos musulmanes en las cercanías de La Meca se cobró ayer la vida de al menos 345 personas de diversas nacionalidades y dejó además 289 heridos.

«Yo solo sé que me caían los muertos encima y tenía las piernas agarrotadas, no paraba de gritar y nadie me oía, hasta que vino un soldado y me sacó de aquel montón de cadáveres», relató un peregrino. A su lado, camiones frigoríficos cargaban sin cesar cadáveres cubiertos con sábanas blancas, mientras que otros camiones recogían los cientos de equipajes perdidos. A juzgar por las nacionalidades de los heridos, entre los muertos puede haber pakistaníes, indios, argelinos, egipcios, turcos, sudaneses y palestinos.

Según el ministro saudí de Sanidad, Hamid ben Abdallah al Manei, la razón de la estampida fue el intento de recuperar sus equipajes, caídos al suelo, por parte de numerosos peregrinos que, desoyendo la prohibición, se acercaban cargados para cumplir con el ritual conocido como «la lapidación de las tres columnas de Satán».

Eran las 12.45 en La Meca, justo tras la plegaria del mediodía, y la mayoría de los dos millones y medio de peregrinos que abarrotaban el lugar pretendían cumplir entre el mediodía y el ocaso del sol -como manda la tradición- con el apedreamiento de los tres «Yamarat», las tres columnas que representan a Satán. A la entrada del puente que las autoridades saudíes habilitaron hace años para doblar la superficie desde la que se puede apedrear las tres columnas se produjo una gran aglomeración.

Algunos equipajes cayeron al suelo y los peregrinos, al detener su marcha para recogerlos, hicieron tropezarse a los que venían detrás, y estos a los siguientes, convirtiendo el puente en una trampa mortal.

En el año 2004, otro accidente en el mismo lugar causó la muerte de otros 244 peregrinos, en este caso porque el puente no resistió el peso de la multitud.

El ritual del apedreamiento es un absoluto caos. Miles de peregrinos entran hacia las columnas por el mismo sitio por donde otras salen; todas se chocan entre sí; las personas se agarran con fuerza unas a otras para no perderse entre la muchedumbre, formando grupos compactos que arrollan a quien se ponga por delante.

Mientras los equipos de rescate contaban cadáveres, miles de peregrinos, ajenos a lo sucedido, seguían subiendo el puente con sus bultos y las piedrecillas en la mano, resueltos a cumplir con el rito.