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JAVIER JIMÉNEZ
La de Arturo del Barrio es una historia de superación. A los 23 años, el joven palmesano quedó desfigurado en un accidente de tráfico en el circuito de Llucmajor. Era el 2 de noviembre de 2003 y desde ese día, grabado a fuego en la memoria de Arturo, decidió que no se iba a rendir. Perdió un ojo, le reconstruyeron parte del rostro y comenzó una rehabilitación larga y penosa. La recuperación física aún no ha acabado, pero la emocional sí: el viernes Arturo se convirtió en empresario. Abrió una tienda: ¿de qué? de motos, por supuesto.

La ilusión del joven era ser piloto de motociclismo. Tenía una Honda CBR y disfrutaba con las carreras en el circuito de Llucmajor. Se ganaba la vida trabajando en una tienda de recambios, hasta que su vida cambió para siempre. Ese 2 de noviembre la motocicleta de un compañero estaba en ralentí y se aceleró. Arturo estaba junto a ella y de repente el embrague reventó. Una pieza salió despedida con fuerza brutal y le pulverizó el pómulo y el ojo izquierdo. «Me operaron en Son Dureta, durante ocho horas y estuve tres semanas ingresado. Después llegaron las curas diarias. Tenía tan mal la cara que la prótesis tuvo que ser muy especial», recuerda Arturo. Lo peor estaba por venir. No se acostumbraba a las distancias y a la profundidad, ya que sólo tenía visión en un ojo. El hueso del pómulo no pudo reconstruirse porque había quedado reducido a astillas. Han sido meses muy largos para el palmesano, que no se ha rendido en ningún momento. Su madre María de los Llanos, su padre Blas y su hermana Susana han estado todo este tiempo a su lado, apoyándole. «Y también me ha dado mucha felicidad el nacimiento de mi ahijado, que vale un mundo». Arturo, pese a su asombrosa recuperación, es consciente de que su nueva vida presenta limitaciones: «Sé perfectamente que si ahora recibiera un impacto en la cara las consecuencias serían desastrosas e intento ir con cuidado. La tercera dimensión, la profundidad de las cosas, no la controlo al cien por cien, y lo noto por ejemplo a la hora de coger un vaso». Y sin embargo, no renuncia a su pasión: «Las motos son mi vida y como vendí mi CBR ahora llevo un quad, que tiene cuatro ruedas y es más estable». El viernes inauguró su local, en la avenida de San Fernando número 49, cerca del cuartel de la Policía Local. A la fiesta acudieron sus amigos y su familia y Arturo comprobó que la faceta de empresario no es tan sencilla: «Faltaban algunas cosas, pero lo fui solventando». La tienda se llama «Huevos Grandes Quad». Un nombre de lo más apropiado, sin duda.