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JAVIER JIMÉNEZ
Junto a él iban otros dos pescadores, amigos de José Luis. El tiempo era malo y el mar estaba picado, aunque no en exceso. De repente, dos golpes de mar acabaron con el «Nou Kiko», que comenzó a hundirse inexorablemente. Todo ocurrió tan rápido que los tres tripulantes no tuvieron tiempo de coger los chalecos salvavidas. Ni de dar aviso por radio. La nave zozobró con las luces encendidas y los tres náufragos, desde el agua, fueron testigos de su descenso fantasmagórico al fondo del mar.

Mientras todo aquello ocurría José Luis llamó desde el móvil a su casa y le gritó a su padre que se estaban hundiendo. Luego todo quedó a oscuras para los tres pescadores. La costa estaba cerca, pero era un acantilado imposible de escalar. El mar estaba frío y sólo tenían un aro al que agarrarse los tres. El patrón sostenía el teléfono fuera del agua, con el brazo en alto. Era su única forma de explicar su posición y estaba dispuesto a conservar el aparato a cualquier precio.

El padre de José Luis actuó con celeridad y pidió ayuda a su vecino, Carlos, que posee una lancha rápida llamada «Pettit Suit». Enfilaron en dirección a «Es Raconet» y pese al temporal llegaron en cuestión de minutos. El móvil, de nuevo, fue milagroso. José Luis dio destellos a distancia y pudieron sacarlos del agua. Ayer, la familia del patrón del «Nou Kiko» agradeció «eternamente» la ayuda prestada por el vecino.