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JAVIER JIMÉNEZ
El reloj de Abelardo Aguilar se paró el 7 de octubre de 2005. Su ciclomotor se estrelló contra un camión en el Camí Fondo y pasó largos meses en coma, entre la vida y la muerte. Ayer regresó a Palma tras una dura rehabilitación en Badalona y tuvo un recibimiento muy especial de sus amigos del polígono de Levante.

Logopedas, fisioterapeutas y muchas horas en el gimnasio empezaron a dar sus frutos. «Cada día lo levantaban a las ocho de la mañana y trabajaba en ejercicios hasta la una, cuando le daban la comida. Luego seguía de tres a cinco de la tarde. Así días tras día», recuerda el progenitor. Hubo momentos muy duros, de bajones emocionales, pero los padres no perdieron la esperanza de que «Bugui» volviera a tener una vida relativamente normal. Confiaban plenamente en aquellos médicos y también estaban muy orgullosos de la fortaleza que estaba mostrando su hijo, tras meses en estado comatoso.

Abelardo, apodado «Bugui», no fue consciente de lo grave que llegó a estar porque no despertó del coma hasta tres meses después del accidente. Su cabeza quedó destrozada por la violenta colisión y durante casi cien días permaneció en estado casi vegetativo en Son Dureta, con su madre Bárbara y su padre Andrés pegados a su cama. El día primero de año, por fin, despertó. «No sabemos si fue porque la noche del 31 de diciembre le pasamos las uvas por la boca y pedimos ese deseo, pero por la mañana Bugui abrió los ojos», contó ayer Andrés, que es inspector del Cuerpo Nacional de Policía. Pero el calvario del joven sólo acababa de comenzar. Ahora venía lo más duro: la rehabilitación. La familia se trasladó con él a la clínica Guttmann de Badalona y allí el palmesano fue sometido a un durísimo programa de rehabilitación física y neurológica.