Las caras de los pequeños eran un poema a las diez de la mañana. No daban abasto porque tenían a su alcance motocicletas del subsector de Tráfico, el robot de desactivación de explosivos del Gedex, los perros adiestrados de la Unidad Cinegética, la lancha rápida del Servicio Marítimo y el helicóptero. Demasiado para un viernes corriente. Y eso que el día no acompañó, con bajas temperaturas y el cielo plomizo. El cabo Paco Molina, portavoz de prensa de la Comandancia palmesana, coordinó brillantemente la demostración. Las profesoras del Pedro Póveda intentaron calmar la excitación de los más pequeños, que se desató cuando el helicóptero sobrevoló el dique del Oeste, a baja altura. Los menores de Educación Infantil, de tres a cinco años, fueron perdiendo la timidez a medida que los agentes les explicaban el funcionamiento de cada unidad especial. Con el robot del Gedex llegó el éxtasis. «¿Cómo funciona eso?», se preguntaba uno de los escolares, con cara de asombro. Otro de los menores se probó el casco especial que los zapadores utilizan para acercarse a las bombas y explosivos. «Te queda muy grande», le gritó un compañero. Antonio Cabanellas, el experto en adiestramiento canino del Cuerpo, también deleitó a los chavales con su charla. Luego hizo una breve demostración de las habilidades marciales de su pastor alemán. Para subir a la lancha rápida los pequeños tuvieron que organizarse en grupos reducidos, que caminaron sobre la pasarela con paso decidido. Y entre tanta emoción extraescolar, hubo tiempo para un receso: bocata, zumo y de vuelta a la carga. Los guardias civiles que participaron en el ejercicio casi disfrutaron tanto como sus pequeños invitados: «Es una gozada verles tan contentos, sobre todo en un trabajo como el nuestro, en el que hay tanta tensión y tantos sucesos tristes», comentó uno de ellos. La despedida acabó de ablandar a los últimos guardias duros: los niños les cantaron Feliz Navidad.
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