El policía agredido explicó ayer que el pasado 16 de enero recibió la llamada de un compañero avisándole de «un problema grave» en el parque de Ses Veles. Al llegar allí se encontró con el protagonista de esta historia, empuñando un sable de 80 centímetros de hoja y con su mano derecha enfundada en un guante blanco. El agente se acercó a él e intentó calmarle, preguntándole si tenía algún problema familiar. Sin embargo, el hombre no respondió. «Estaba fuera de sí, y aún se puso más nervioso cuando oyó las sirenas de otro coche que llegaba», aseguraba ayer el policía.
El demente comenzó entonces a hacer gestos con el sable, dando mandobles en dirección al cuello del agente, que tuvo que comenzar a retroceder. El policía se dio de espaldas contra un árbol, metió uno de sus pies en un parterre y cayó al suelo. Al verse amenazado, desenfundó la pistola mientras le gritaba: «¡alto, policía! ¡Tira la espada!». Al ver que el otro no le hacía caso realizó varios disparos al aire. Uno de los tiros le dio en la pierna al agresor, que cayó al suelo y pudo ser reducido por varios agentes más. «Si me hubiera dado con la espada me habría atravesado; estaba tan cerca de mí que cuando le disparé cayó sobre mis pies», afirmaba ayer este policía.
Por su parte, los forenses que examinaron al acusado tras su detención explicaron que en el momento del ataque sufría «un trastorno delirante en fase aguda», que se traducía en «un razonamiento escasamente lógico y una grave descompensación». Según los expertos, el paciente padece un trastorno del grupo de la psicosis, aunque su estado es mejor desde hace varios meses debido a la fuerte medicación.
De hecho, el acusado llegó ayer sedado y se limitó a aceptar los hechos respondiendo con un lánguido «sí» a todas las preguntas del fiscal.
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