«¿Quién me ha dejado así?». Esta es la pregunta que se repite, una y otra vez, José Manuel Macías González, un hombre de 40 años de edad residente en la urbanización de Son Ferrer, en Calvià, que hace dos años sufrió un accidente de tráfico y desde entonces quedó en una silla de ruedas.
El accidente se produjo en el kilómetro 7'5 de la carretera de Bendinat. José Manuel nunca olvidará aquel trágico día 1 de septiembre de 2006. «Yo iba en moto sobre las diez de la mañana al Mercat de l'Olivar, para comprarle algo de fruta y verdura a mi abuela, ya fallecida, cuando dos coches que circulaban a gran velocidad se aproximaron a mi posición y uno de ellos me golpeó en la rueda y perdí la tracción. Salí disparado y aparecí varios metros más adelante. Nadie se paró, sólo una chica que se encontraba de baja por maternidad en las ambulancias se detuvo y me auxilió. Nunca podré agradecer lo suficiente lo que hizo por mí. Me limpió la boca y gracias a eso pude respirar», relata nuestro protagonista.
Tras el accidente, José Manuel, estuvo en coma durante más de un mes y medio en Son Dureta. Pasado este tiempo fue trasladado al Hospital de Parapléjicos de la ciudad de Toledo, donde permaneció más de cuatro meses y medio en la UCI. Al quinto mes, el joven motorista pasó a planta del centro hospitalario donde permaneció durante más de un año.
«La mandíbula se me partió en cuatro trozos. Mi pronóstico era muy grave y los médicos no me daban ni 48 horas de vida. Es muy duro, pero yo no perdí el conocimiento en ningún momento y me enteraba de todo. Al final, mis ganas de vivir y mi fuerza consiguieron que saliese adelante», añade.
Ahora, José Manuel, hace un llamamiento a la sociedad mallorquina para intentar localizar a los autores de su trágico accidente que se dieron a la fuga. Sabe que los coches implicados son un Fiat Brava y un Seat Toledo plateado. «No entiendo cómo hay gente que puede provocar un accidente y no pararse para atender a las víctimas. Espero y deseo que alguien que viera el golpe se ponga en contacto conmigo».
Otro de los puntos negativos a los que se debe enfrentar este residente de Calvià, son las barreras arquitectónicas. «Parece mentira que en los tiempos en los que estamos la gente aún no sea capaz de ver la cantidad de barreras arquitectónicas con las que nos encontramos en nuestro día a día. Hace casi un año que no puedo salir de mi casa y esto créanme que es muy duro», concluye.
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